III JORNADA AULA GESTALT

Charla introductoria a la III Jornada de Aula Gestalt 1/2/14
Cristina Nadal

APRENDER ES DESCUBRIR

En Gestalt, aprender (lo que sea: a relacionarse, a vivir mejor, a dejar de hacer algo molesto…) es descubrir a través de concienciar y asumir la propia experiencia, dejándose sorprender por la misma

Nos situamos dentro de las psicoterapias humanistas, que tienen en cuenta al ser humano en su globalidad. Atendemos los diferentes niveles de la persona: corporal, emocional, mental y espiritual (éste en función del propio desarrollo del terapeuta) y que trabajamos para la integración de los mismos.

En Gestalt, entendemos al ser humano como un organismo en contacto constante con el entorno . Como todo organismo, necesitamos mantener nuestra homeostasis, en un entorno variable, sin embargo, no estamos regulados instintivamente, o al menos no tanto como el resto de animales. Somos dependientes durante más tiempo y necesitamos aprender para sobrevivir y madurar. Durante esta etapa de la niñez, nuestros progenitores o los que hagan esta función, son los que nos van a transmitir cómo son las cosas y lo que es bueno pensar, sentir y hacer. Y no sólo eso, puesto que a veces nos dicen algo y hacen otra cosa; ahí se complejiza.
En general, esta forma de educación, pasa no tanto por acompañar al niño y a la niña a descubrir el mundo y a sí misma/o, sino por decirle lo que tiene que hacer y aprehender. Ahí, en este inicio, se crean los introyectos, que son las normas e ideas no contrastadas y no ajustadas a cada quien que no tenemos otra posibilidad que tragárnoslas, dado que no tenemos la posibilidad de contrastarlas. Aunque protestemos, nos los tragamos sobre todo porque necesitamos ser queridos, aún si lo conseguimos a través de la pelea, de la rebeldía. En la adolescencia nos despojamos de algunos de ellos pero en gran medida acogemos otros del grupo al que pertenecemos y de los líderes que admiramos.
Estos primeros años de vida y la relación establecida con nuestros progenitores y enseñantes, junto con nuestro temperamento y los avatares de nuestra gestación, ayudan a conformar nuestro carácter.
Éste, está basado en ideas locas, que creemos que son ciertas “yo nunca lo conseguiré”… “lo mejor es saber lo que quiere el otro”… “si se puede, se tiene que hacer perfecto”…”en este mundo no hay lugar para los débiles” o incluso alguna que puede parecer tan buena como “aquí se viene a ser feliz” y que presiona fuerte. En ellas se sustentan actitudes y modos de relacionarnos repetitivos, estructuradas por los mecanismos defensivos que originariamente nos sirvieron para manejarnos con las situaciones conflictivas, traumatizantes y dolorosas; pero que ahora están obsoletas.
Ya somos mayores pero seguimos actuando con las mismas pautas de comportamiento rígidas, que nos facilitan mantener un status quo. Éste, tiene una vertiente confortable y segurizante (necesaria pero sólo en cierto nivel) y otra alienadora de nosotros y nosotras mismos/as. Esta alienación es la distancia entre lo que somos y lo que sentimos, pensamos y hacemos. Ello provoca mal estar y sintomatología, que es lo que puede hacernos pedir ayuda. A mayor desconexión interna, mayor es el grado de malestar y sintomatología (ello es muy gráfico en la tan frecuente ansiedad generalizada en nuestros días). La realidad es cambiante, es nuestro nivel neurótico el que nos hace hacer lo mismo y percibirlo igual. Una cosa es la autorregulación organísmica, es decir, abrirnos a identificar lo que experimentamos para orientarnos adecuadamente en nuestra realidad y otra mantenernos el mismo lugar para sentirnos seguros y evitarnos el miedo de ir descubriendo quiénes somos y encarar lo que necesitamos afrontar.

Nuestra propuesta de aprendizaje es descubrir quienes vamos siendo (dado que somos un proceso), asumiéndolo, para manejarnos más satisfactoriamente en la realidad y seguir aprendiendo de ella. El aprendizaje no es algo que viene de afuera sino de adentro .

Tal como podemos deducir, nuestra propuesta de aprendizaje, resuena tanto con la Ironía como con la mayéutica socráticas. Sócrates, cuya madre era partera, entendía el saber cómo dar a luz un nuevo conocimiento, supone la idea de que la verdad está oculta en el interior de uno mismo. La Ironía, supone que el saber no está en lo que se piensa, que son prejuicios .

Nuestra tarea no es saber qué tiene que hacer o pensar el paciente o el participante de un grupo, nuestra tarea es acompañarle a identificar qué experimenta y hacerse cargo de ello a través de una herramienta básica que es lo que llamamos continuum atencional: Identificar momento a momento aquello que siente, nota, percibe (externa o internamente), se le cruza por la mente… Así, enfocando el presente, van a ir emergiendo experiencias que amplían su registro sensorial, emocional y cognitivo. Ahí facilitaremos que la persona pueda saborearlo, expandirse en ello, aprehenderlo, apropiárselo.
También aquello del pasado que sigue pendiente de afrontar o resolver, aparecerá como situación pendiente, que requiere atención, y la seguiremos con la misma metodología, acompañando a la persona a abrir eso que quiso mantener alejado para no sufrir o por miedo a hundirse o desesperarse, a través de su propia experiencia. Será la propia persona que recorrerá el camino y que irá encontrando qué hacer con ello. Básicamente, mediante al expresión de vomitar lo tragado, expresar lo no dicho y asumir lo que fue, transitando la pena, la rabia, el dolor o la alegría y placer contenidos. Nuestra intervención tiene la finalidad de facilitarle mantenerse en contacto, hasta donde la persona pueda y quiera en cada momento.

También proponemos desaprender las pautas rígidas de comportamiento como modo de aprender y madurar. Proponemos desaprender las pautas rígidas y no operativas, básicamente a través de darnos cuenta de las mismas y de tomar el toro por los cuernos. Identificarlas es el primer paso ya transformador en si mismo, sobre todo porqué como vais viendo, en Gestalt, nos damos cuenta mayoritariamente a través de atender la experiencia y valorar su registro sensorial y emocional. Así, los insights dados en esta situación, comportan modificaciones internas significativas. De todos modos, sabemos que en algún momento tendremos que disponernos a frenarnos activamente la repetición automática: primero identificándola, luego explorando una y otra vez, qué sucede si no la repetimos, si la paramos. Para ello, necesitamos ser pacientes, que no es igual que indulgentes e ir reconociendo el goce que obteneos con ello, sincerándonos internamente.

Entonces, siguiendo con el lema de las jornadas, os pido que evoquéis la entrega abierta que de bebés tenemos los humanos cuando nos interesa alguna cosa. Se entregan a ello, son pacientes, cuando están calmados/as, y podemos imaginar que disfrutan explorando lo que tienen entre manos. Esa actitud es la que hemos perdido en buena parte, Es la capacidad de sorprendernos. Vamos de que “ya sabemos” o de que “no podemos saber” o “no vamos a ser tan cándidos como para abrirnos así… como si fuéramos tontos/as!” Qué pena haberlo perdido, la buena noticia es que podemos recuperar parte importante de esta actitud, de hecho seguramente en algún área de nuestra vida la conservamos (frente al arte, si no vamos de enterados o estrechos, en la naturaleza…) Proponemos acercarnos a ese interés limpio e ingenuo también en relación a nosotros/as mismos/as y a las personas circundantes.

Claro que no siempre podemos estar en contacto, necesitamos retirarnos para asimilar, la trasformación y enriquecimiento que supone el contacto es fructífero si podemos ir y venir de afuera a dentro. Para aprender, necesitamos asimilar.

La apertura enriquecedora se da cuando nos permitimos ser auténticos, nada fácil, porque requiere cierto grado de autoaceptación. Muchas veces, la aceptación surge al poder mostrármelo y mostrarlo fuera. En estos ámbitos de crecimiento y terapéuticos, la autenticidad es la base para aprender de nosotros y por ende, también de los demás.

P.D. Lo que no dije, pero tenía anotado y puede enriquecer lo anterior:
Perls habló, en un inicio, antes de ponerle el nombre de Terapia Gestalt, terapia de concentración. Por ejemplo, frente a un dolor de cabeza, si dejamos que esté, le abrimos espacio y nos acercamos a él, podemos identificar cómo lo estamos manteniendo; y si seguimos, (sin enjuiciarlo) igual nos viene una escena en la que nos hemos tensado. Y si respiramos eso que estamos notando igual identificamos algo significativo que nos hemos tragado en una situación actual o un asunto infantil que tal como ya hemos visto seguiremos a través de la experiencia actual al evocarlo y revivirlo.

Cristina Nadal

TERÀPIA A L’ABAST

imageM’alegra anunciar-vos que, Teràpia a l’Abast, el projecte per treballar amb gent sense recursos ja està funcionant. Ha estat cuinat a foc lent, amb calma i cura gràcies a la participació d’alguns/es alumnes i ex-alumnes d l’Escola del Taller de Gestalt de Barcelona  i d’altres terapeutes propers.
Que funcioni no és gens estrany; el nombre d persones sense recursos i amb necessitat d treball terapèutic és molt  alt. Contribuir a cobrir-la ens satisfà. Ens agrada el ritme calmat i el treball a fons amb el que l’hi hem anat donat forma, i estem oberts/es a seguir modelant-la.
Ara fem un pas important penjant la nostre web.

http://www.terapialabast.com/

Si t’interessa saber més del nostre funcionament entra-hi, és senzilla.
Si necessites més informació, dins la web et permet fer preguntes i comentaris.
Si t’interessa, t’hi esperem!

Cristina Nadal, actual presidenta de T’A

Nueva etapa

La vida tiene la característica de ser cambiante incluso en especies como los corales cuyo ritmo es muy lento. Y actualmente estamos inmersos en una aceleración impresionantemente más alta que en el resto de la existencia de la humanidad y en una globalización imparable favorecida por la enorme capacidad de intercambiar información y el ambicioso sistema financiero internacional.

El miedo y la huida hacia delante, inmersos en el estadio narcisista imperante en el primer mundo, nos lleva a la crisis actual, no sólo económica, también y muy profundamente de desconexión con la vida, de lo que somos, de muestras potencialidades humanas, que no tecnológicas, y de nuestros límites.

En medio de esta enorme crisis que nos está afectando tan masivamente y, paradójicamente, habiendo hecho la inauguración del local de Portaferrissa, que es donde actualmente impartimos la formación de la Escuela del Taller de Gestalt de Barcelona, me siento inaugurando una etapa en la que me abro a un cierto tipo de espiritualidad atea. Entiendo más profundamente que las circunstancias que vivimos sólo son eso, las circunstancias del momento. Son las ocasiones que tenemos para aprender de nuestra propia humanidad y de la vida, aprendizaje que aporta sentido existencial y que considero la mejor vía para responder a esas situaciones concretas. Por supuesto, ese aprendizaje requiere implicación, pero ésta es parcial e ineficaz para el cambio necesario si sólo es interna (trabajo personal) o sólo es externa (implicación social).

La gestalt, favoreciendo el encuentro con la realidad circundante y a través del diálogo entre nuestras partes internas (sean desconocidas, alienadas y/o conflictuadas) en su nivel más profundo, abre el espacio de indiferenciación creativa, llamado así por Friedlaender, desde donde emerge y se desarrolla cada característica, aspecto propio y vivencia concreta. Es un espacio vacío y fértil al que en Gestalt accedemos gracias a identificarnos con todo lo que somos y al que en muchas corrientes espirituales se accede desde la desidentificación justamente de lo mismo y sobre todo de los deseos.

Este espacio vacío es el que en psicoanálisis es necesario despejar para que la persona pueda acceder al cambio de posición subjetiva, que se da en el proceso de cura, en buena parte, gracias al trabajo de asumirnos como castrados/as, es decir, limitados/as. Bendito corte, el de la castración, que nos permite poder reconocer nuestros límites, nuestras necesidades y nuestros deseos como tales.

Todo proceso terapéutico que cura a través de profundizar en uno mismo y de confrontarse con lo rechazado (sea esto interno y/o externo) abre espacio hueco, vacío, para podernos situar desde lugares propios más profundos que aportan sosiego y coherencia interna, condición necesaria para el bien estar.

Y sí, claro que hay circunstancias de mierda como la actual, que es muy nociva, y enfermedades muy limitantes que conllevan mucho sufrimiento y pérdidas muy difíciles de asimilar y sin embargo, son ellas, estas circunstancias, las que tenemos para seguir aprendiendo y las que nos llevan a lugares enriquecedores, si nos abrimos a ellas. Del mismo modo, nuestras realizaciones, que por cierto, siempre son parciales, también nos abren a nuevos espacios nutritivos.

La Gestalt se fija en la zona de interacción entre el sujeto y su entorno, es por ello que creo que tiene una especificidad a aportar a esta etapa tan crítica, más allá de facilitar la tan necesaria y urgente conexión interna.

En la conjunción de todo lo que apunto en este escrito encuentro base para encarar la nueva etapa en la que me siento actualmente.

 

Cristina Nadal i Muset (abril-2012)

Apuntes sueltos de 30 años de profesión

Este septiembre cumplo 30 años como psicoterapeuta. Celebro que a día de hoy me sigue gustando, es más, me sigue entusiasmando mi trabajo. Me fascinan las personas y lo que sucede entre nosotras. Disfruto mucho con la gente a la que le gusta el trabajo en común y sigo profundamente interesada por las personas que quieren curarse a través de desvelarse indagando en sí mismas. En oposición a esa disposición mía, fue muy enriquecedor, y también chocante para mí, dar con mi desinterés hacia los demás; me permitió adquirir una distancia más óptima en la relación. Como en todos los asuntos, la identificación con uno sólo de los polos (en este caso interés) resta profundidad en su experimentación y la exploración del polo opuesto se la aporta.

El trabajo con polaridades fue de las primeras cosas que me llamó la atención de la Gestalt. Su despliegue mediante la técnica de la silla vacía (un lugar donde simbolizamos aspectos internos propios y/o personas con las que necesitamos explorar alguna situación concreta) permitía la escenificación de los conflictos, no sólo con los demás – cosa que desarrolló el psicodrama- sino también con uno/a mismo/a. ¡Bien! Por fin «la comedura de coco» tenía la posibilidad de ser desplegada y corporeizada en cada una de sus partes enfrentadas. No sólo somos uno/a aunque decimos «yo» para hacer referencia a ese indiviso con el que nos identificamos, estamos formados por muchas partes y, añado, lo más esencial es vacío.

Perls ya habló del punto 0, del espacio de indiferencia creativa (término acuñado por Friedlaender), en su primer libro en el año 42 como un espacio indiferenciado, como el espacio vacío previo a la diferenciación polar en la que se materializan los acontecimientos y a través de la cual los percibimos. Sin embargo, necesité analizarme durante muchos años y acercarme al conocimiento psicoanalítico para empezar a darle espacio. ¡Bendito hueco, más bien boquete, el de la castración! Sí señor, y señora, no somos completos ni lo seremos. Y podemos disfrutar de ello si podemos ir apeándonos de cumplir con el ideal que, desengañémonos, no es nunca nuestro.

No sólo estamos configurados por muchas partes, muchos yoes, sino que somos un entramado de todo lo que hemos ido engullendo y aprendiendo junto con nuestros allegados/as, además de lo recibido de nuestras figuras parentales y maestros/as. Si nuestro grado de neuroticismo no es muy exacerbado, seguimos en ello, transformándonos con nuestro entorno. Es nuestra responsabilidad reconocer a qué obedecemos, detectar lo que nos hemos tragado y seguimos tragando y atrevernos a identificar qué deseo sustentamos. Para dar con ello, en Gestalt le pedimos al paciente que diga en voz alta de qué se da cuenta, momento a momento. Tanto la apertura osada y comprometida a ese proceso, como las interrupciones del mismo, cuando el terapeuta ayuda a que él o la paciente las explore, llevan a cuestiones significativas y asuntos pendientes pasados o actuales que aquel/lla necesita ver, reconocer y encarar para ir sanando. El programa no está hecho, cada recorrido es individual, y además, quien trabaja es el paciente; el terapeuta cobra para hacerlo trabajar.

Finalizando, remarco que en Gestalt, para recorrer el proceso de cura, usamos las sensaciones y las emociones como autopistas para recorrer el camino hacia uno mismo, que no es posible si no se recorre también hacia el otro. Para ello, yo doy especial importancia al reconocimiento y a la atención a los puntos de apoyo corporales; al efecto que tiene la ley de la gravedad sobre toda materia. Proporciona reconocimiento del espacio propio, facilita la apertura a las sensaciones y aporta apoyo para transitar las diferentes emociones que emergen al recorrer el viaje de regreso a casa que supone cualquier psicoterapia profunda.

Quiero añadir aún, que este próximo curso, además de seguir en el equipo de Aula, también desarrollaré mi quehacer en el nuevo local que he abierto en la calle Portaferrissa (donde a partir de ahora haremos los fines de semana de la Escuela del Taller de Gestalt de Barcelona) con el interés de seguir promocionando el saber y el trabajo compartido y de impulsar la modalidad de trabajo grupal.

Muchísimas gracias a todos/as los que me habéis acompañado en estos 30 años.

Cristina Nadal i Muset (2011)

Gestalt, psicoterapia emocional

Cuando doy información acerca de la metodología gestáltica, después de englobarla dentro de la psicoterapia humanista, la defino como una terapia eminentemente emocional; sobre ello quiero extenderme un poco más en este escrito.
Desde hace unos años han ido proliferando las terapias llamadas holísticas, entre ellas las que entienden las enfermedades como la expresión de conflictos psíquicos y emocionales. Todas ellas tienen en cuenta los diferentes aspectos del ser humano tanto en su concepción como en su práctica.

El precursor de estos enfoques integrativos fue el llamado Movimiento del Potencial Humano, originado en Norteamérica en los años 50. Fue iniciado, entre otros, por Maslow, interesado en entender al ser humano estudiando también su estados más avanzados (que los llamó las “experiencias cumbre”) y por Rogers que promulgó la atención incondicional y la humanidad del terapeuta como el mejor agente curativo. De ahí nació la Psicoterapia Humanista, oponiéndose al conductismo, que en aquella época tenía como objetivo conseguir un cambio comportamental para aliviar el sufrimiento, y al psicoanálisis, que buscaba y busca la cura a través del desvelamiento del inconsciente mediante la palabra.
La Psicoterapia Humanista entendía que la persona no sólo es su comportamiento o su inconsciente y su mente. Incorporó su cuerpo y sus impulsos, contempló e impulsó su capacidad de sentir y de emocionarse, usó y alentó su capacidad de imaginación y su intuición y también atendió su dimensión espiritual.
Todas las corrientes humanistas atienden el nivel emocional. La Gestalt las despierta a través de la atención a lo que va sucediendo momento a momento y las usa como vía regia por las que el sujeto se puede ir acercando a sí mismo. Aparte del uso emocional defensivo, propio del funcionamiento histérico -que tiene que desmantelarse-, todas las emociones ponen de manifiesto aspectos íntimos. Reconocerlas y darles valor, aporta orientación y significado a las decisiones y elecciones personales. Dado que la angustia suele ser uno de los motivos de consulta, ésta va a ser una de las emociones a las que en sesión también atendemos. Al darle espacio, pueden ir emergiendo justamente las experiencias, con sus correspondientes emociones, que la persona desconoce y quiere evitar y que sustentan su sintomatología y su mal estar.

No es tan simple. El malestar está y las ganas de sentirse mejor también, sino la persona no iniciaría una terapia. Sin embargo, también vienen en el mismo paquete todas las interrupciones defensivas para no entrar en aquello que uno teme, por desconocido, traumático, doloroso… Ahí es uno de los ámbitos donde el uso de lo que el terapeuta siente tiene mayor eficacia. La evitación del propio sentir por parte del paciente sustenta la actitud con la cual está en sesión y con ello contribuye a despertar emociones en el terapeuta. En Gestalt, además de los conocimientos teóricos y técnicos, para realizar nuestra tarea, los terapeutas nos entrenamos no sólo en el reconocimiento sino también en el uso de lo que sentimos frente al paciente para facilitarle el acercamiento a sí mismo.

Termino ahora enfatizando que sentir, reconocer mi experiencia, abrirme a las emociones que se me despiertan en relación con mi entorno y a los tonos emocionales con los que me trato a mí mismo/a, atendiéndolos, asumiéndolos como propios y encarando sus consecuencias, es lo que facilita que mi vida vaya adquiriendo el sentido que tiene y que quiero y puedo darle.

Cristina Nadal i Muset (abril-2009)

EL vacío y el amor

Agradezco vuestra presencia, la de los lectores para los cuales escribo, y escribimos, y agradezco especialmente la escucha de los oyentes de la charla que di recientemente en Aula, en la que intentaba encontrar relaciones y versiones entre el vacío y el amor. La leve angustia que me acompañó al día siguiente me impulsa a escribir este escrito.

Subrayo la idea principal de dicha relación:
El amor requiere el vacío.

Una primera evocación que vincula estos dos términos se refiere al vacío que deja la falta de amor. De ahí emergen algunas versiones. Una de ellas se refiere al hueco que deja el ser amado cuando se va, por muerte o abandono, incluso aún habiendo sido nosotros quienes hemos dado el paso de separarnos. Ahí necesitamos entrar en el duelo, que pasa por diferentes etapas y que es lento, para curar el dolor que va a permitir reabrir el hueco y volver a amar a otro/a. Otro derrotero será cuando el duelo se detiene, bien por negación del dolor o bien por estancarse en la melancolía al no soltar el fantasma del otro. Ambos caminos obturan el hueco necesario para amar.

Del vacío del que más hablé es del que nos constituye, del que nos atraviesa gracias a que somos mamíferos con un lenguaje altamente simbólico. Iniciamos nuestra identidad sobre la base de una imagen que, imaginariamente, nos permite sentirnos enteros, como si fuéramos de una pieza. Si tenemos la suerte de que el padre o sustituto nos facilite separarnos de la natural simbiosis con nuestra madre, podemos entrar, al menos, en el ámbito de la rivalidad que reza o yo o tu. Es una etapa necesaria del desarrollo, donde sigue operando masivamente el pensamiento mágico y que, si permanece en el tiempo, potencia la competitividad y la guerra. Necesitamos resquebrajar el ideal para poder amar además de odiar. Para dar espacio a mi y a los otros. Si yo no puedo sentir confianza en mí y en los demás (sabiendo, por supuesto, que los otros pueden ser tan bichos como yo) es porque estoy sosteniendo una imagen de mí que no me permite no ser. Que no me permite ser nada. Esa nada necesaria para poder amar de forma madura, no sólo depender o hacerme imprescindible o bien confundirme con el otro.

La filosofía oriental nos alienta a desidentificarnos de nuestras características y de nuestros deseos, nos invita a desapegarnos para ir descubriendo la mentira de las apariencias. La Gestalt nos invita a identificarnos con todas nuestras características, a ser todo lo que identificamos que somos, enfatizando lo que querríamos evitar, y nos acompaña a vivir todos nuestros opuestos. Es así, estirando los polos, siendo tan cabrón como bondadoso, dependiente como contradependiente… como podemos ir transitando por el centro indiferenciado, generador de cada polo y común a todos ellos. Es así como podemos ir transitando la nada generadora de todas las características que halló Friedlaender -el primero de los tres maestros que Fritz Perls reconoció. Esa nada, ese vacío fértil necesario para dejar el control a la situación y abrirnos a poder amar. Ese vacío que el narcisismo no resquebrajado ni asumido no permite.

No sabemos, nos inquieta, nos asusta y angustia, y también nos avergüenza, reconocer que estamos solos. Que aunque estemos hechos todos de la misma pasta, de la misma materia, somos seres sueltos. Y si maduramos, somos atravesados por el vacío que nos va a permitir encontrarnos. Eso, si no pretendemos que el otro nos llene el nuestro o llenarnos a través de llenar el vacío del otro. Para ello, sólo cada uno/a puede hacer el trabajo de identificar, gritar, rabiar, llorar… la carencia de amor infantil; asumiéndola, sin pretender llenarla. Llenarla es obturar el hueco necesario para poder interactuar, negociar, entrar en contacto y retirarse, poder sufrir y disfrutar.

Por cierto, es imposible querer, amar, apreciar verdaderamente, si no nos apreciamos y amamos a nosotros mismos, tanto en nuestras grandezas como en nuestras miserias. Tarea nada fácil.

Ahí, frágiles, vulnerables, no de una pieza, solos, ventilados como el gruyere y manejándonos con la pretensión de no ser eso, es donde podemos dar lo que no tenemos al otro que no es. Así es como podemos dejarnos afectar y también ¡oh, sorpresa!, abrirnos al vacío y al amor… ¿universal?

Cristina Nadal i Muset (abril-2008)

Acerca del amor en la relación terapéutica

Este escrito surge a partir de la charla que di para celebrar que en septiembre del 2006 cumplí 25 años como psicoterapeuta. En ella, disfruté repasando diferentes etapas y aprendizajes realizados a lo largo de estos 25 años y hablando sobre aspectos teóricos y prácticos que para mí siguen teniendo valor y sobre los que me sustento en mi quehacer.

Al final, cuando un querido colega comentó que, como paciente mío, para él fue importante recibir mi amor y me preguntó si a los demás los quería tanto, respondí que yo también me había sentido querida por mi psicoanalista (con el que apenas tenia contacto) y que, precisamente cuando él era paciente mío, no me despertó mucho cariño (cosa que él ya sabía). Ello, además de ser verdad, fue una manera de echar pelotas fuera desde mi parte más fóbica a “lo bondadoso” y no me tomé el tiempo para responder con mayor profundidad. Eso es lo que me dispongo a iniciar ahora.

Parto de la base de que tanto el impulso amoroso como el hostil existen. Y de que la apuesta de la psicoterapia profunda es la de encontrarse no sólo con lo mejor de uno sino también con lo peor de uno. El título del primer libro de Perls, “Yo, hambre y agresión”, refleja la importancia que daba a la agresividad. En él destacaba la etapa oral frente a la relevancia dada por Freud a la etapa edípica y afirmaba que justamente la violencia era fruto del no desarrollo operativo de la agresividad. Me parece que en el momento de alto nivel de violencia actual ello sigue teniendo una vigencia “rabiosa”. A la perversión de la agresividad debemos sumarle el demasiado escaso desarrollo del ejercicio del diálogo.

Ciertamente, para crecer de un modo saludable, necesitamos vínculos amorosos además del cuidado material. Y, para vivir de forma satisfactoria, necesitamos tanto del amor que nos une como del uso de la agresividad que nos permite decir no a lo que no queremos. Es decir, para poder mantener una relación actualizada con los demás he de poder colocarme donde necesito estar; y para ello he de poder arriesgarme tanto a amar, mostrando mis ganas y mi interés, como a perder la buena mirada del otro. Por supuesto, ello es difícil. Si yo no me aprecio lo suficiente me puede ser difícil mostrar desacuerdo o disentir y también mostrar aprecio. En realidad, va a ser difícil tomar mi experiencia como válida y partir de ella para entrar en relación con los demás.

Mi objetivo como terapeuta es que el o la paciente se las entienda consigo mismo y con su mundo, tomando lo suyo en sus manos. Desvelar el odio y el dolor son dos buenas vías para ello, acompañar al vacío es aún vía más regia. Para ello, como terapeuta necesito, no sé si querer al paciente, pero sí emocionarme con él, sentirlo íntimamente. No creo que se trate de intentar querer al/la paciente para que se quiera sino de atrevernos a sentir ternura, tristeza o dolor cuando se abre para que sea él quien se pueda acoger tiernamente cuando ello sea posible.

Como terapeuta, no me tomo el trabajo de querer a mis pacientes. Lo cierto, tal como sí dije cuando una alumna me “contradecía” diciendo que ella sí había visto amorosidad en mi forma de intervenir, es que me gusta el ser humano (aunque seamos muy estúpidos), que me sigue despertando mucha curiosidad y que me apasiona acompañarle a acercarse a sí mismo. También es cierto, y no dije, que sí me tomo el trabajo de tener la paciencia para entrar en contacto con zonas íntimas suyas y que es entonces cuando el curso del proceso terapéutico adquiere mayor profundidad. Digo paciencia, espera… Tiene más que ver con darle espacio que con darle estima. Aunque podríamos entender que precisamente darle espacio al otro, sin pretender nada, es quererlo. Repito una frase que dice Lacan, y que desde aquí me comprometo a investigar, que amar es dar lo que no se tiene. No sé como contaros que es la definición más sugerente que he conocido hasta ahora sobre qué es amar. Es la que más me acerca a la estima no presionadora ni pretenciosa. Me parece una buena pista, que conecta con la gran importancia que el vacío tiene en la psicoterapia profunda.

Cristina Nadal i Muset (abril-2007)

La relación terapéutica en Gestalt

Artículo publicado en el Boletín nº26 de la Asociación Española de Terapia Gestalt. (2006)

Este escrito habla sobre la especificidad gestáltica del uso de lo que el terapeuta experimenta frente al paciente. Primero enfoca el nivel transferencial y contratransferecial, también presente en la relación terapéutica gestáltica -que prima lo actual-, y hace referencia al nivel de apoyo y confrontación que el terapeuta fomenta con su intervención.

Sabemos que la relación que el terapeuta establece con el paciente es determinante para el éxito o el fracaso del tratamiento. Es más determinante que la técnica que se utilice y la teoría de la que se parta, dado que éstas, tal como dice Claudio Naranjo 1, son aplicadas a través de la actitud que el terapeuta toma frente al paciente.

Me resulta clarificador encuadrar la relación terapéutica como una relación de ayuda y entender que, como tal, debe facilitar el desarrollo y la maduración de la persona con la que trabajamos. Aquí conviene recordar que para Perls madurar es ir pasando de la dependencia (propia de la etapa infantil) al autoapoyo propio del adulto con un funcionamiento saludable.

El o la paciente tiene identificados aspectos sintomáticos que le molestan: accesos de cólera incontrolables, dificultades en la relación con los demás, conflictos de pareja o familiares, crisis de angustia, obsesiones que van obstaculizando su cotidianidad, enfermedades psicosomáticas, insatisfacción persistente… También puede acudir a la consulta con una sensación de malestar generalizado viendo que algo o mucho en su vida no funciona.Pide ayuda para curarse, para sentirse mejor, y viene con todas sus maneras de evitar sensaciones, recuerdos…Es decir, con las defensas que le “permiten” mantener la sintomatología.

Como gestaltistas, con nuestra presencia y nuestras intervenciones vamos a ayudar al paciente a que se dé cuenta de qué hace y de cómo participa en la generación de estas situaciones o pensamientos que le hacen sufrir. Compartimos con otros enfoques dinámicos y humanistas que el sujeto es responsable de su vida. Entendemos que el trabajo de irlo asumiendo es curativo.

Estamos entrenados/as para acompañarle en el viaje de zambullirse en su propia experiencia, ayudándole a hacerse cargo de la misma. Por ejemplo, no tiene el mismo efecto que una persona diga “tengo una tensión en la nuca”, que “estoy tensando la nuca”. Mayor riqueza le aportará aún identificar cómo lo está haciendo o qué sentido tiene este hecho, para él, en este momento. En relación a su capacidad de identificar sus sensaciones, puede decir, por ejemplo, “es como si quisiera mantener siempre la cabeza en alto”. A ello podría seguirle la identificación de una situación en la que está forzando esta actitud. La exploración de este gesto puede a su vez facilitarle descubrir qué evita con él. Como vemos, apropiarse de la autoría de sus experiencias no es sólo un objetivo sino también una vía de conocimiento.

El proceso de profundización en uno mismo, de desvelamiento de los engaños y apaños que nos hacemos, el encuentro con lo propio, es la vía de curación que proponemos.En ello nos alineamos con las demás corrientes que tengan como objetivo sanador una búsqueda de conocimiento interno. “La inscripción -Conócete a ti mismo y conocerás a Dios-, en la puerta de entrada al templo de Tebas, apunta a una fuente interna de máximo conocimiento. El modo de acceso al mismo y el objeto de conocimiento que se pretende conseguir son definidos de manera diferente por cada sistema de pensamiento o enfoque que comparten el interés por dicha fuente de conocimiento.” 2 Los gestaltistas entendemos que no se puede conocer verdaderamente el interior si no se reconoce y conoce, también, lo ajeno y, sobre todo, nuestra forma de estar y de movernos en el mundo. Para facilitar el desarrollo del proceso curativo y por lo tanto reestablecer la capacidad de aprender de la vida, enfocamos, básicamente, aquello que acontece en la interacción que el sujeto establece con su entorno.

RELACIÓN ACTUAL Y TRANSFERENCIAL/CONTRATRANSFERENCIAL

El terapeuta, en la sesión, será un otroen minúsculas, con el que el paciente desplegará, como con muchos otros, su estilo de establecer vínculos con los demás. Por ejemplo, si alguien es invasivo, seguro que lo será con su terapeuta. Al igual que también lo retará o seducirá si esto es lo que el paciente hace con los demás. Poner conciencia en la relación y explorar lo que hace y le sucede en ella será un excelente filón, una buena autopista, para que el paciente pueda verse y reconocerse en su forma de establecer relaciones. Teniendo, esta vez, la ocasión de explorar lo que estaba oculto o ausente de la conciencia y la oportunidad de encontrarse con aquello de lo que uno/a pretendía escapar o que no se atrevía a reconocer. Pudiendo, por lo tanto, llorar lo no llorado, sentir lo no permitido o celebrar lo denostado. Puntualizo que, si esos descubrimientos y experiencias emocionales no se acompañan del reconocimiento de los autoengaños y de las propias distorsiones (que conforman el cuento que nos contamos sobre uno/a y sobre el mundo), no hay elaboración, sólo hay catarsis -cuyo efecto terapéutico es menor.

 Sin embargo, este otro que el terapeuta es para el paciente, además de ser otro en minúsculas, vendrá a ocupar el lugar de los otros significativos: figuras parentales, abuelos o tíos significativos, algún hermano…. Es por ello que podríamos entenderlo como un Otro en mayúsculas. Aquel en el que fácilmente se le pueden depositar, y le depositamos, la posibilidad de satisfacción (idealización) del deseo de ser salvados, protegidos… Ello es así incluso cuando el o la paciente sabe que el asunto no se trata de eso, de encontrar la salvación. Este Otro también toma la forma de juzgador y deperseguidor. El paciente, como en el resto de enfoques, sean del tipo que sean, va a transferir, trasladar y reeditar con el terapeuta formas de relación vividas con sus progenitores y personas significativas de su infancia. Este fenómeno de la transferenciaocurre en todas las relaciones, especialmente en los vínculos de relación de ayuda y con mayor intensidad cuando la situación del que es ayudado supone un alto grado de vulnerabilidad. La transferencia se ve incrementada, por ejemplo, con un guía de viaje, con el abogado o con el médico. Para no simplificar en exceso, añado aquí que “(…)esta repetición no debe tomarse en un sentido realista que limitaría la actualización a relaciones efectivamente vividas; por una parte, lo que se transfiere es, en esencia, la realidad psíquica, es decir, en el fondo, el deseo inconsciente y las fantasías con él relacionadas; por otra parte, las manifestaciones transferenciales no son repeticiones literales, sino equivalentes simbólicos, de lo que es transferido.” 3

Por supuesto, losvínculos primigenios con nuestras figuras parentales y hermanos determinan nuestro sistema vincular, nuestro sistema de establecer relaciones con los demás. Ello es siempre así. Frente a la posibilidad de analizar aquellas relaciones para entender y poder modificar las que establecemos en la actualidad, apuesta propia del psicoanálisis, nosotros vamos a ocuparnos de explorar cómo son estos modos de relación actuales.Como propone Albert Rams 4, creo que la mejor perspectiva es la de tener presente que en lo que vive, expresa y hace el paciente hay un nivel transferencial edípico, algunas veces está presente el nivel preedípico y todo esto se da aquí con el terapeuta, es decir, tiene un nivel real y actual. Es precisamente el seguimiento de la experiencia actual nuestra puerta de entrada a los diferentes niveles.

Abundando en la complejidad de la relación, a la vez, el terapeuta, el médico o el guía, además de poner en marcha su propia transferencia en relación al usuario o paciente, tiene reacciones frente a la transferencia del paciente o el usuario, lo cual es llamado, específicamente, contratransferencia. La opción psicoanalítica general es el de controlar dicha reacción contratransferencial y sólo supervisarla. La gestáltica, es, además de supervisarla, hacer uso de ella frente al paciente. Transparentarse será una de sus más potentes intervenciones.

El terapeuta deberá identificar y trabajar, en supervisión, la reacción que él tiene frente a la transferencia de su paciente (la llamada contratransferencia) así como las reacciones provenientes de sus vínculos infantiles. Podríamos decir, su propia transferencia hacia el paciente.A ambas, tanto sus “aficiones” transferenciales como contratransferenciales, debe conocerlas y trabajar sobre ellas (tanto en terapia como en supervisión) para conseguir mayor espacio interno y libertad para intervenir. En Gestalt, nos entrenamos en afinar estas mismas vivencias y reacciones como una de las mejores herramientas del terapeuta. Para ello, como terapeutas debemos estar atentos a nuestro sentir.

 Perls llamó “Simpático” 5 al estilo de relación terapéutica gestáltica refiriéndose a que él o la terapeuta atiende tanto lo que expresa y le sucede al/la paciente como lo que le sucede a sí mismo/a. Lo específicamente gestáltico es el uso de su propia vivencia en sus intervenciones. Si cuando el paciente se queja de que su mujer no le escucha, el terapeuta nota como él tampocolo haría, tiene la posibilidad de poner de manifiesto su propia reacción para ayudar al paciente a descubrir cómo hace la demanda de modo que incluso puede producir la respuesta contraria a la deseada. Lo que al paciente le suceda con este hecho será material terapéutico y el terapeuta deberá tener el arte de facilitar al paciente su exploración.

APOYO Y FRUSTRACIÓN

El reconocimiento y el uso que el terapeuta hace de lo que experimenta va a resultar reconfortante y/o frustrante para el paciente. El apoyo y la frustraciónson dos aspectos básicos del desarrollo personal. El bebé necesita caerse para aprender a caminar. Para orientar la intervención terapéutica, Perls alienta combinar el apoyo a las vivencias y expresiones genuinas con la frustración de las actitudes manipulativas.

Como ya hemos mencionado, el comportamiento neurótico es sustentado por un importante uso, más o menos masivo, de conductas evitativas del contacto consigo y con la realidad circundante. Estas mismas actitudes son las que siguen manteniendo la desconexión y alimentando el funcionamiento manipulativo. Va a ser el juego a dos manos (apoyo-confrontación) del terapeuta el que le va a permitir al paciente ir encarando los asuntos que le son propios e irse ocupando de sí.

Creo que el encuadre, que puede ser variable en función de cada terapeuta, al establecer el marco y ciertas pautas del desarrollo del tratamiento, supone un factor importante de apoyo.Sin embargo, el aspecto fundamental del apoyo es ser escuchado.

El uso de la empatía favorece que el paciente se pueda abrir. Sin ese rapport no es posible un trabajo eficaz. Carl Rogers es quien más énfasis puso en la función de apoyo del terapeuta. Para él, el terapeuta debía sentir y manifestar -y hacer que el paciente lo notara- aceptación incondicional y empatía. La otra condición necesaria, para que el terapeuta no se perdiera en la confluencia y para que la persona sanara, era la congruencia del terapeuta. Es decir, el apoyo y la empatía debía ser verdadera, no fingirla ni fabricarla.

Lo decía Ferenczi, también se lo he oído repetidamente a Paco Peñarrubia y todos comprobamos diariamente que el terapeuta ha de apreciar al paciente para que el trabajo se pueda dar. Memo (Guillermo Borja), perlsiano tanto por carácter como por convicción, decía que si rechazaba a un paciente se lo decía, se lo mostraba y, sólo si entonces el paciente quería seguir trabajando con él, podía aceptarlo como paciente.

En relación a la confrontación, Perls afirmaba: “Y el prerrequisito para una satisfacción plena es el sentido de identificación del paciente con todas las acciones en que participa, incluyendo sus autointerrupciones. Una situación puede concluirse – lo que es igual a decir que se logra satisfacción-, únicamente si el paciente está comprometido enteramente en ella. Dado que sus evitaciones neuróticas son un modo de evitar el compromiso total de las situaciones, deben frustrarse.” 6 Para él era fácil, digamos que natural, no dejar pasar ni una manipulación sin ser confrontada, no sólo en sesión sino en cualquier lugar.

Según Claudio Naranjo, “La confrontación es una maniobra psicológica más completa y más rica que la simple frustración por el hecho de que refleja la percepción que el terapeuta tiene de lo que le está pasando al otro”. Por ejemplo, dice que el acto de Perls de taparse los oídos cuando Claudio le contaba unos hechos a modo de justificación, no era una simple frustración, con ello le estaba devolviendo el juego que él hacía para no entrar en el contacto de un modo más directo y vivo. 7

De Memo (Guillermo Borja) aprendí que la verdad cura y que la mentira neurotiza y puede psicotizar. Decía que una violación la podía curar en unas semanas, una fantasía de violación podía resultar mucho más compleja. La violación, la carencia, el mal trato, la enfermedad… fueron, se dieron. Ello pasó y puede seguir pasando. Aquello que fue vivido de forma traumática sigue presente y se reaviva ante situaciones conflictivas actuales. Seguirles la pista y encarar y asumir ahorael mal trato recibido, el hecho de haber sido no deseado o de haber sido violada; encararlo ahora, aprovechando las ocasiones en que lo histórico y lo neurótico se reaviva sirve para ocuparnos de lo que nos es propio y para cambiar nuestra actitud. Asumirse uno y asumir la propia historia requiere hacerse cargo de lo pendiente, hacer ahora el trabajo de dar la cara, el trabajo de duelo o de lo que sea necesario para poder andar con la mochila menos repleta y pesante; para poder hacernos cargo de nuestro deseo y comprometernos con lo que nos concierne.

Ahorrarle malas sensaciones o dolor al otro es un engaño; cuando uno protege al otro se está protegiendo a uno mismo. Por supuesto, como terapeutas debemos diferenciar entre confrontar para que el otro pueda verse, lo cual implica saber cómo y en qué momento lo hacemos, y ensañarse con el otro como uso abusivo de poder o en aras de cualquier “buena” justificación.

USO DEL SENTIR DEL TERAPEUTA

Asegurando el espacio de supervisión, nuestra opción de trabajo como gestaltistas,va a pasar por dejarnos sentir, reconocer y poder expresar lo que nos pasa.

Son varios los niveles en que los gestaltistas usamos lo que experimentamos en la sesión.

En un primer momento, registrar la propia respuesta emocional frente al paciente tiene efecto. Por ejemplo, dejarnos notar qué sentimos cuando el paciente nos intenta convencer de algo y poderlo notar sin pretender nada de forma inmediata, sólo dejarle espacio, repercute en él. Este efecto es quizás más fácil de imaginar si, por ejemplo, el terapeuta se deja sentir tristeza cuando el paciente niega o disimula la suya. Facilita la emergencia de la misma o potencia que la evitación de la misma se presente de forma más clara.

Por supuesto, y dando un paso más, lo que sentimos sirve para elaborar hipótesis diagnósticas. Y, de forma más inmediata, para orientar la creación de experimentos. Si tenemos la sensación de que quiere tener todo el tiempo la razón podemos proponerle que nos intente convencer de lo que dice. O bien intervenir preguntando. “¿de qué me estás intentando convencer?” o “¿crees que ya me has convencido?”.

El nivel específicamente gestáltico es mostrar la propia experiencia. Comunicar lo que le sucede a uno es la regla de oro de cualquier relación íntima. Hablar de lo que me pasa, no de lo que pienso que hace el otro y tampoco juzgarle no es nada fácil. “ (…) la comunicación, desprovista de un fin pulsional no puede ser otra cosa que un acto de amor.” 8 En este caso puedo decir algo así como: “noto malestar, presión, imagino que pretendes que vea lo mismo que tú.”

Aún otro nivel será reaccionar mostrando mi rabia por sentirme presionada. Ponerme agresiva gritándole “¡Me molesta que me intentes convencer!” supone un mayor impacto energético que puede tornar más eficaz la intervención si la o el paciente se puede enterar del juego que está jugando. Es útil en la medida en que podemos seguir qué le pasa al otro/a después de la misma.

Veamos otro ejemplo: La suposición de una paciente de que su terapeuta tiene debilidad por las rubias con ojos azules, además de pertenecer a su propio mundo y, por lo tanto, ser un excelente material para seguir explorando, puede ser verdad para el terapeuta. Revelar que ello es cierto, posibilitará la exploración de lo que a ella le sucede ahora con este hecho y no sólo lo que le ha sucedido en su vida en relación al mismo. Aporta la posibilidad de reposicionarse en relación a un hecho real, aunque en general ello requerirá la reelaboración de algunos de los hechos vividos con anterioridad.

El terapeuta es alguien de carne y hueso que usa el ponerse de manifiesto como persona y, por lo tanto, como alguien limitado. Es alguien que siente dolor, angustia y que se da “subidones” narcisistas como todo hijo de vecino. Poner de manifiesto lo propio del terapeuta aporta experiencia real que permite el seguimiento de qué le pasa al paciente con ello. Aporta realidad y ello implica vivencia, que en la sesión terapéutica puede ser explorada. Explorada y saboreada en el sentido del saber que le aporta al paciente de sí. Por una parte, le permite atender y reconocer la experiencia como suya y, por lo tanto, adueñarse de la misma y no sólo especular. Por otra, que el terapeuta se transparente tiene un efecto de contagio. Facilita al paciente también carnificarse y reconocerse como limitado.

Dicho todo lo anterior y, por lo tanto, optando por hacer de la relación actualy del sentir del terapeuta una excelente herramienta terapéutica, creo que debemos saber que no todos los pacientes toleran el contacto ni reciben de igual modo la confrontación. Los y las pacientes psicóticas y borders pueden tener serias dificultades en integrar las confrontaciones. Sólo estar frente al otro ya puede ser inmensamente angustiante y necesitan, por tanto, mayor trabajo previo.

También quiero añadir que el ejercicio de transparencia por parte del terapeuta puede tener la desventaja de limitar, a veces con excesiva prontitud, el mundo fantasmagórico del paciente: frente a la fantasía, a la suposición, existe la contrastación de una respuesta determinada. Tarea del terapeuta va a ser no detener la exploración de la fantasía del paciente, corresponda o no con la realidad, puesto que ésta forma parte del mundo interno del paciente y configura su cosmovisión. Aunque también es verdad que la contrastación que supone la revelación de la experiencia del terapeuta o de otros compañeros, en el caso de la psicoterapia grupal, puede no reducir la fuerza de la distorsión perceptual del paciente, que dependerá de su nivel de enfermedad.

En todo caso, y según mi punto de vista, no se trata de que el nivel actual tapone el transferencial. Poner luz en el nivel transferencial es necesario para ir asumiendo la autoría de la autobiografía de cada cual.Y sí se trata de que el sujeto se actualice, se vivifique y se transforme en lo que es. En este sentido, me parece muy buen resumen de la adecuada actitud del terapeuta la formulación: “Estar renunciando a los propios contenidos pero confiando en la propia capacidad de resonar” 9.

 Aunque estemos entrenados en usar nuestro sentir para trabajar con el otro, creo que nuestra mayor potencia como terapeutas es la de no quedarnos apegados en una sola reacción, posición o hipótesis diagnóstica. Parafraseo otra vez a Claudio Naranjo 10, refiriéndose a Perls y al rol del terapeuta: “Perls mostraba un grado asombroso de indiferencia creativa como terapeuta por su capacidad de quedarse en el punto cero11sin verse atrapado en el juego de sus pacientes. Pienso en el punto cero como un refugio del terapeuta gestáltico en medio de una participación intensa; no sólo como una fuente de fortaleza, sino como su último apoyo”. Quedarme en el vacío, dándole valor al no saber, aunque a veces es muy incómodo, da espacio al otro. Al otro y a mí; más allá de mi hipótesis, de mi pretensión o de mi reacción emocional.

Para ir terminando, retomo el valor de la relación actual citando a Paolo: “Mientras que el paciente tiene el derecho a ser tratado como un tú, el terapeuta debe conseguir ser tratado como un tú por el paciente en virtud de su actuación: desde la óptica de la psicoterapia de la Gestalt éste es el trabajo por el que se le paga”12. Si yo le permito al o a la paciente que me trate como una agente técnica o como una sabia maestra le dificulto el aprendizaje de hacer proceso, de entrar en contacto con lo que le inquieta y angustia, y de ir identificando qué es lo que le va ocurriendo. Entrar en contacto con uno implica también entrar en contacto con el otro y viceversa. De ahí el valor de poner la atención en la relación.

Y para finalizar añado que la relación terapéutica es una relación real entre dos personas con roles diferentes que marcan posiciones diferentes. Según muchos autores, la diferencia jerárquica entre ambos roles está sustentada por el grado de maduración alcanzado. Cremos, y por ello nuestros alumnos deben hacer terapia, que el terapeuta ha tenido que explorar ampliamente sus fantasmas, angustias y manipulaciones antes de poder acompañar a otros en ello. “La diferencia entre el terapeuta y el paciente es que el primero reconoce su enfermedad, seguirá estando enfermo y no se opondrá a este caminar. Mientras que el segundo se niega, se quiere quitar la enfermedad y su fantasía es seguir el tratamiento para no ser más enfermo”13. Siendo una afirmación a veces difícil de asimilar, me parece que la verdad a la que apunta esta cita es la que nos permite poder mejorar el uso de lo que experimentamos frente al paciente para apoyarle en su búsqueda y confrontarle en su manipulación.

1 Claudio Naranjo. La vieja y la novísima Gestalt. Santiago de Chile. Cuatro Vientos. 1990, pp.11-12

2 Escrito para el programa del Aula Gestalt del año 2001-02.

3 Laplanche, J.-B. Pontalis. Diccionario de psicoanálisis. Barcelona,Ed. Labor, 1981, p. 444.

4 Albert Rams “Clínica gestáltica. Metáforas de viaje. Vitoria-Gasteiz. La llave, 2001, p. 121.

5 Fritz Perls. El enfoque gestáltico y testimonios de terapia. Santiago de Chile. Cuatro Vientos, 1976, p. 105.

 

6 Fritz Perls. El enfoque gestáltico y testimonios de terapia. Santiago de Chile. Cuatro Vientos, 1976, p 109.

7 Claudio Naranjo. “Confrontación.” Gestalt Viva. Boletín nº 19 de la AETG. 1999, p.8 y 9.

8 Paolo Quattrini. «  Transparencia,Contacto y Confrontación en laPsicoterapia Gestalt. » Gestalt Viva. Boletín nº 19 de la AETG. 1999, p

9 Albert Rams Clínica gestáltica. Metáforas de viaje. Vitoria-Gasteiz. Editorial La llave, 2001, p. 94

10 Claudio Naranjo. La vieja y la novísima Gestalt. Santiago de Chile. Cuatro Vientos, 1990, p. 202.

11 Para aportar información sobre el “punto cero” usaré dos citas de Fritz Perls:

-Dice en su libro autobiográfico: “Mi primer encuentro filosófico con la nada fue el número “0”. Lo encontré gracias a Sigmund Friedlander bajo el nombre de indiferencia creativa.”Dentro y fuera de la basura.Santiago de Chile. Cuatro Vientos Editoria, edición 1998, p.67.

-En su primer libro, aclara: “Todo evento se relaciona con un punto cero a partir del cual se realiza una diferenciación en opuestos. Estos opuestos manifiestan, en su concepto específico, una gran afinidad entre sí. Al permanecer atentos al centro, podemos adquirir una capacidad creativa para ver ambas partes de un suceso y completar una mitad incompleta. Al evitar una visión unilateral logramos una comprensión mucho más profunda de la estructura y función del organismo.”. Yo, Hambre y Agresión. México D.F. Fondos de Cultura Económica, 1947. p.17.

12 Paolo Quattrini. «  Transparencia. Contacto y Confrontación en laPsicoterapia Gestalt. » Gestalt Viva. Boletín nº 19 de la AETG. 1999, p 18

13 Guillermo Borja: La locura lo cura. México D.F. Ediciones del Arkan, 1995, p.22

Narcisismo necesario – Narcisismo patológico

Artículo publicado en el Boletín nº24 de la Asociación Española de Terapia Gestalt. (2004)

INTRODUCCIÓN

El origen de mi interés por el narcisismo tiene una doble vertiente: por un lado mi proceso terapéutico como paciente y por otro mi quehacer como psicoterapeuta. A nivel personal, descubrir mi narcisismo y mi pretensión fue muy significativo y necesario en mi proceso de cura. Fue decisivo, por ejemplo, para activar la posibilidad de hacerme cargo de mis deseos concretos. Mi identificación con un carácter(2) que conlleva una imagen bastante degradada de misma me permitió seguir alejada del reconocimiento de mi narcisismo. Parecería, a primera vista, que lo que yo necesitaba era, en todo caso, una renarcisización; sin embargo, ello no resultaba dado que los feed-bakcs que yo recibía en este sentido es como si cayesen en saco roto, me ocupaba de que no fueran efectivos.

Por otra parte, como terapeuta, me encontraba con pacientes en quienes la identificación y profundización en sus mecanismos defensivos e incluso el reconocimiento de necesidades y deseos antes obviados, no comportaban los cambios y la mejoría que yo estaba acostumbrada a observar. Algo estaba haciendo “patinar” el trabajo. Al supervisarlos iba apareciendo cada vez de forma más clara la posibilidad de observar su manejo narcisista. La defensa férrea de su imagen idealizada estaba en el fondo del estancamiento de su proceso terapéutico. Unas veces era preservada mediante el amor propio, la inmovilidad y la dificultad de intimar conmigo y con los demás. Otras veces, era conservada intacta en la fantasía a través de seguir atrincherándose en la mala imagen.

Me interesó y me sigue interesando del psicoanálisis, además de su saber sobre clínica, su concepción del nacimiento del yo a través de la identificación con una imagen especular mediatizada por la mirada y el deseo de la madre o de quién ejerce la función materna. Ese narcisismo constitutivo de la psique, y por lo tanto necesario, que en su prevalencia impide la maduración tanto en su vertiente “Soy super guai” como en la versión “Soy siempre un desastre”. Prevalencia que, si es masiva y persistente, origina el llamado Trastorno Narcisista de la Personalidad (TNP), cada vez más frecuente en nuestras consultas. Aunque no solemos encontrar TNPs demasiado puros puesto que, en general, ellos no piden terapia (los que la necesitan son los que están a su alrededor), sí podemos detectar y poner de relieve trastornos narcisistas en la base de otras patologías.

Termino esta introducción citando, por parecerme muy gráfica, la forma en que Havelock Ellis en el año 1898 se refiere al narcisismo, por primera vez dentro de la clínica, como «una tendencia por estar enteramente absorto en la admiración de sí mismo»(3).

EL MITO DE NARCISO
Como sabemos, el narcisismo, entendido como la acción de tomar la imagen de uno mismo como objeto de amor, es descrito por el mito de Narciso. Éste, siendo muy hermoso y deseado por muchos jóvenes y ninfas, no se dejó seducir ni tocar por ninguno, alejándose con mucha soberbia de todos ellos. Ovidio, cuenta como Eco fue invitada seductoramente por Narciso y después violentamente rechazada. Ella cayó en una profunda melancolía, la cual también está relacionada con el TNP. “Las doncellas y los mancebos” rechazados “invocaron a Némesis, la Diosa de la venganza, exclamando “(…) que llegue a amar de este modo que jamás goce de ser amado.”(4).

Así es, sigue contando Ovidio, como quedó prendado de su propia imagen reflejada “en un cristalino manantial”: “al desear calmar su sed, creció en él otra sed; sorprendido por la belleza de la imagen que contempla, ama una esperanza sin cuerpo.”(5). Cuando descubre que el ser al que ama es el reflejo de sí mismo, desea separarse de su cuerpo al que golpea. Se muere contemplando su imagen. Se convierte su cuerpo en flor, en la flor de Narciso.

El mito alude a varios aspectos del TNP de los cuales destaco:

  • El desprecio por el contacto con los demás.
  • El «Amor a una imagen especular que se confunde trágicamente con un sujeto real.»(6).
  • La Ausencia de padre, la madre es violada, no hay padre u otro a quién ella desee.
  • Y la fijación maternal del sujeto: la madre es la ninfa agua, en la que él se ve reflejado.

LA INFLUENCIA DE LA SOCIEDAD ACTUAL

En realidad hace muy pocos años que se reconoce que el sujeto tiene valor como individuo y no sólo lo gozan los aristócratas o los reyes y los señores feudales(7). Además, el valor del individuo como tal y único se halla sólo parcialmente incorporado en la sociedad occidental. Rusia, por ejemplo, demostró carecer del mismo al no haber preparado el antídoto de los gases que usaron para matar a los secuestradores del Teatro Nacional. La guerra o la xenofobia hacen patente que Occidente tampoco lo tiene asumido. Evidentemente el poder y el dinero, actualmente máxima expresión de aquél, pasan muy por encima del valor de la vida de los humanos y de la vida en sí.

Aún así, el mito de la sociedad occidental, influido por los EEUU es el del individualismo y el éxito. Ronalt Reagan es un representante de este mito por provenir de una familia en la que en su infancia pasaron por estrecheces económicas. El héroe actual es el que triunfa, no el que aporta algo a la comunidad. Triunfa quién consigue aumentar el estatus social, enriquecerse y adquirir todo tipo de comodidades y lujos, aunque para ello uno/a tenga que desarrollar un alto nivel de adicción al trabajo. Ya sabemos que la ecuación resultante, tal como señalaba Rollo May, es soy lo que tengo. La psicología humanista nació, entre otras cuestiones, precisamente por la necesidad del sujeto de acercarse a su ser para recuperar la salud y prevenir la enfermedad.

Otro elemento a destacar es el aumento considerable y progresivo de desarraigo. A él contribuyen varios factores, entre los cuales están: la desaparición de la oportunidad de crecer en una familia amplia que aportaba la transmisión de orientación y sabiduría, tarea que en demasiadas ocasiones es delegada a la escuela; el sabido aumento de contratos temporales; la pérdida del sentido del casamiento como un compromiso de permanencia, que si bien en muchos casos es una excelente oportunidad de rehacer la vida, en otros priva de madurar a través del aprendizaje que supone el compromiso… .

Tenemos muchas más oportunidades de adquisición y de información que nunca, mucho está al alcance de nuestra mano. Con el desarrollo de los avances médicos y tecnológicos es fácil fantasear que podemos tener a la naturaleza bajo control, aunque mientras tanto vayamos contribuyendo al deterioro de la vida en el planeta. Hemos cambiado valores como la renuncia, el respeto, la honestidad, la paciencia… pertenecientes a los valores totalitarios de antaño, por la ambición, la moda, las adicciones y el ocio excitante que nos sirva para desconectar del estrés provocado por la orientación del tener que seguir y seguir consiguiendo. Consiguiendo, de forma trepidante, un bienestar individual y como mucho para los nuestros. Los niños, por ejemplo, están llenos de actividades extraescolares para que estén bien preparados para el futuro. Tienen que ser los mejores para ser competentes. Además, en general nos es difícil frustrarles y muchas veces fallamos al no ponerles o no mantener límites que son necesarios para su desarrollo.

La revolución frente a aquellos valores totalitarios, que por supuesto no tenían en cuenta muchas de las necesidades y posibilidades individuales, ha sido engullida por el alza de otros valores menos sólidos y más estresantes. Los cuales, nos alejan igualmente, o más, de nuestra condición de seres humanos, en definitiva, de nuestro ser. La búsqueda genuina de libertad de dicha revolución requería el ejercicio de la responsabilidad por las propias opciones. Responsabilidad, que desde la Gestalt sabemos que no es posible sin hacernos cargo de nuestra experiencia interna y del entorno que contribuimos a crear. Seguimos guiados por estereotipos externos, ahora mucho más banales y menos solidarios que van agrandando nuestro desarraigo y nuestra angustia existencial.

Los aspectos mencionados facilitan la pérdida de sentido y de significado de la vida, el aumento del desasosiego, la insatisfacción y la depresión, todos ellos, factores presentes en el TNP.

A ello podemos contribuir con los tratamientos psicológicos cuando primamos la afición por mirarse el ombligo y prometemos el éxito y la completad en lugar de facilitar asumir las grietas necesarias de la autoimagen ideal.
EL NARCISISMO COMO ETAPA DEL DESARROLLO PSÍQUICO

Devenimos sujetos psíquicos, con capacidad para diferenciarnos y madurar, a través de un largo proceso que transcurre mediante la sucesión de diferentes etapas.

Dentro de la teoría psicoanalítica se entiende el narcisismo como una fase temprana del desarrollo psíquico, en la que se inicia la autoimagen y donde prima el pensamiento omnipotente infantil. Es una fase del desarrollo, necesaria para la constitución psíquica y previa al conflicto edípico, que supone la base para conseguir una autoreferencia estable, la cual es imprescindible para el desarrollo de la capacidad de vincularse a los otros, de amarse uno a sí mismo y a los demás.

Lacan aporta el «estadio del espejo», como el momento donde el niño se reconoce en la imagen de sí que ve en el espejo bajo la mirada aprobadora de la madre. La identificación con dicha imagen le facilita la fantasía de ser unificado. Acordémonos que narciso se queda prendado de su reflejo, de su imagen. Los ciegos también lo consiguen gracias a la identificación con el otro que es percibido como una unidad.

Hablaré de fases que se pueden diferenciar desde la perspectiva estructuralista lacaniana, por parecerme clarificadoras para entender el narcisismo desde la óptica de las posiciones que ocupamos en relación al otro(8).

1- El bebé, en una primera fase, vive fusionado con la madre, en un estado de aparente completud. Es el máximo goce. En general, el bebé es deseado sólo por el hecho de ser el hijo. «Dicho en términos lacanianos es el falo de la madre. Es lo que la madre desea y la madre lo es todo para él, es el Otro en mayúsculas. Es la madre fálica.» Este es un 1er. tiempo de «o todo o nada» psicótico. La posición es totalmente confusional, sin la autointegración suficiente para proseguir con el proceso de individuación. Bleichmar(9), introduce un segundo momento que es el inicio incompleto de la función evaluadora de sí mismo. Aunque para el bebé aún existe sólo él y el otro, este otro puede desearlo o rechazarlo en función de condiciones. Aparece el deseo de ser deseado de forma incondicional, vivido en el primer momento.

2- «En una segunda fase aparece el padre u otro que ejerza su función: la de romper la fusión con la madre. Aparece por que la madre le mira, le desea, lo cual significa que la madre no está completa ni la completa el bebé. Implica la castración de la madre.» El padre salva al hijo de la fusión (psicotizante) con la madre lo cual le posibilita que pueda devenir sujeto. «Hasta el momento el bebé sólo era objeto de deseo, no sujeto de deseo. El padre es liberador y dador de vida psíquica.» Es dador de la posibilidad de desear más allá de quedarse atrapado en el goce fusional y en la fantasía escindida de la realidad sea de color rosa o de color negro. «Aquí el padre es aún omnipotente y por lo tanto también aterrorizante.» Este 2º tiempo presenta la «figura del tercero excluido y posibilita la dialéctica del preferido y el relegado«. Su dinámica puede expresarse como «o yo o el otro». El bebé o el sujeto anclado en este tiempo (en cierto modo, todos nosotros) permanece deseoso de volver al primer tiempo donde uno se vivía fantasiosamente completo, único.«Es el tiempo del narcisismo, es la búsqueda de la primera experiencia de completud, donde está instalada nuestra sociedad actual.». Según Bleichmar, el pensamiento narcisista es totalizante, no permite graduaciones ni la función de discriminar entre diferentes características.

3- En una tercera fase el padre también ha de revelarse como castrado, no es Dios ni es omnipotente. «No es el falo, sólo lo porta. También él está sujeto a la ley como todo ser humano. Pasa a poder ser el padre simbólico.» Este tercer tiempo introduce el juicio discriminante: «esto no, esto sí». Si se llega a este tercer tiempo (cuestión no asegurada), que implica la superación del narcisismo, el sujeto acepta que el otro no sólo le de a él sino también a un tercero. Se es deseado aún cuando no sea el único. «Nadie es el que puede colmar totalmente al otro. El sujeto y los otros ya no son algo en sí sino posiciones frente a los demás: si la madre no es una pareja sexual en sí sino un ser que puede ocupar esta posición, también existen otras mujeres que pueden hacerlo. Que el padre posea a la madre como pareja sexual no excluye que el hijo varón pueda tener la suya.»(10).

Tal como decíamos: «El pasaje de una lógica de exclusión a una de conjunción -yo y el tercero- no es una mera cuestión de evolución garantizada por el paso del tiempo.»(11) Exige la renuncia de sentirse el único o la única, superior al resto, de tener garantizada la mirada deseante y aprobadora del otro. Una renuncia que aportará la libertad de ser lo que uno es y la opción de dar los pasos necesarios para conseguir lo que uno necesita y desea sin que ello tenga que ser «la ostia» y que, por lo tanto, pueda obtener satisfacciones parciales, concretas y limitadas. Sin esta renuncia, sin este quiebre del narcisismo, es imposible la calma y poder valorar y disfrutar lo que hay.

Es decir, todos somos narcisistas y este narcisismo regula todas nuestras interacciones, la diferencia está en el grado de libertad que cada uno pueda ir adquiriendo de existir alejado del ideal. Por ello hablaré de TNP para diferenciarlo del narcisismo constitucional de la vida psíquica.

Para poder desarrollarse de forma saludable el bebé necesita de una buena relación con la madre y de una suficiente intervención de la función paterna. Bión describe la buena madre como aquella que es capaz de tolerar las proyecciones que el bebé le hace de sus partes angustiantes y sus pulsiones agresivas, y de devolvérselas de forma que él las pueda ir integrando. Es necesario que la madre, o quien ejerza esta función, sepa relacionarse con él de forma empática. Que pueda facilitarle la simbiosis nutritiva para ambos a la vez que pueda verlo como un ser diferente, no sólo como una prolongación de si misma, y que por lo tanto puede también frustrarla a ella. El bebé, el niño, necesita ser querido y reconocido por ser quién es, con sus capacidades y sus carencias, y no por lo que a sus padres les gustaría que fuera para alimentar su propio narcisismo.
TRASTORNO NARCISISTA DE PERSONALIDAD

En cuanto a la etiología de los TNP, entre otros factores, casi todos los autores coinciden en destacar un TNP en ambos padres o en alguno de los dos. Por supuesto, ello implica una gran dificultad para relacionarse emocionalmente con el hijo o la hija. Vemos que hay mayor incidencia cuando la narcisista es la madre.

Vayamos ahora a la descripción que nos da del Trastorno Narcisista de la Personalidad el DSM-IV:
«Un patrón general de grandiosidad (en la imaginación o en el comportamiento), una necesidad de admiración y una falta de empatía, que empieza al principio de la edad adulta y que se dan en diversos contextos como lo indican cinco (o más) de los siguientes items:
1- tienen un grandioso sentido de autoimportancia (p.ej., exagera los logros y capacidades, espera ser reconocido como superior, sin unos logros proporcionados)
2- está preocupado por fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza o amor imaginarios
3- cree que es «especial» y único y que sólo puede ser comprendido por, o sólo puede
relacionarse con personas (o instituciones) que son especiales o de alto status
4- exige una admiración excesiva
5- es muy pretencioso, por ejemplo, expectativas irrazonables de recibir un trato de favor especial o de que se cumplan automáticamente sus expectativas
6- es inter-personalmente explotador, por ejemplo, saca provecho de los demás para alcanzar sus propias metas
7- carece de empatía: es reacio a reconocer o identificarse con los sentimientos y necesidades de los demás
8- presenta comportamientos o actitudes arrogantes o soberbios»

Aporto esta referencia por ser aquella con la que nos podemos comunicar entre profesionales. Sin embargo, al ser una definición fenomenológica y no estructural excluye otra sintomatología en cuya base está el TNP como por ejemplo la melancolía, algunas depresiones, la paranoia, la hipocondría, el trastorno afectivo bipolar o algunas fobias.(12)

En esta versión (la IV) se excluye también lo que sí estaba en la III-R: «hipersensibilidad a la evaluación de los demás.», que es sumamente importante, dado que las personas con TNP han sufrido una falla en la integración de sí, de la conciencia interna. Están por decirlo de algún modo, más alejados de sí mismos que los neuróticos y menos que los psicóticos. El TNP es una defensa desesperada al miedo a la desintegración que les supone realizar el necesario reajuste de esta imagen grandiosa para poder interactuar con los otros como iguales y con la realidad como tal, con sus límites y sus leyes.

A esta descripción del DSM habría que añadir otros rasgos fundamentales:
Son sujetos, que además de todo lo anterior, en que destaca una grave perturbación de su autorepresentación, experimentan sentimientos crónicos de aburrimiento, inquietud y hastío cuando no consiguen brillar ni ser admirados. Tiene pocos motivos para disfrutar de la vida fuera de las actividades narcisistas que ejercen. Con su funcionamiento mantienen un gran vacío interno y una inquietanteincertidumbre íntima acerca de su identidad. Evitan su envidia mediante la devaluación, la omnipotencia y el control de los otros. Tienen gran temor a depender, de lo que se defienden haciendo depender a quienes les rodean mediante relaciones de explotación.

Y, por último, repito la característica esencial de que son incapaces de sentir(13). Incapaces de sentirtristeza, necesidad, vulnerabilidad…, esta calidad de emociones es totalmente amenazante para ellos. Sea por que, tal como resalta Albert Rams(14) el o la narcisista ha quedado atrapada en la imagen gloriosa que su madre le vendió para beneficio de su propio narcisismo, o bien sea por déficits narcisistas o portraumas importantes tempranos frente a los que el niño/a se ha defendido a través de la omnipotencia, el o la narcisista debe en todo momento evitar pasar de esta imagen grandiosa a la imagen desinflada y totalmente rechazada del otro polo. Éste, a pesar de ser escindido, siempre amenaza dado que cualquier grieta en esa autoimagen inflada le hace perder todo el aire. Su autoimagen no permite diferentes formas, no es flexible, «o todo o nada».
RELACIÓN TERAPÉUTICA

«No puede el sujeto conocerse y reconocerse verdaderamente a si mismo, si no es a través del conocimiento y reconocimiento del otro.» (15)

Perls, con la importancia que le dio a la autorregulación organísmica, destronó el valor del nivel mental dándole importancia al reconocimiento sensorial y emocional de la experiencia. Con ello facilitaba al paciente acercarse a la experiencia directa de contacto -que requiere de la capacidad de diferenciarse y distanciarse- para deshacer los prejuicios y las ideaciones sobre la realidad que él situaba en la zona intermedia de los posibles campos del darse cuenta. Esta orientación a la experiencia directa es la que facilita resquebrajar o poner en cuestión la autoimagen y atravesar la angustia que ello supone. Poco a poco, el paciente puede ir reconociéndose a sí mismo y a su realidad más allá de sus concepciones; además de incrementar la posibilidad de saborear vivencias de satisfacción no sólo narcisistas sino más orgánicas. El acceso al mundo sensorial, orgánico, que subyace a nuestras concepciones sobre la experiencia es posible y relativamente fácil cuando el mecanismo psicológico de la escisión no es demasiado abundante y el nivel de autointegración del sujeto es suficiente como para tolerar la angustia de la desintegración que en el T.N.P. es masiva. Tener en cuenta la estructura de personalidad de los pacientes con TNP nos permite trabajar mejor desde la Gestalt. Ésta, por la importancia que da a la experienciación y a la transparencia del terapeuta, sobre todo de su sentir en relación al paciente, me parece un excelente abordaje para los trastornos narcisistas de personalidad. En estos casos, el uso de la transparencia ha de ser con la limpieza y el tiento necesario para que una intervención que podría ser potente en el momento oportuno, no contribuya sólo a incrementar la actitud defensiva del paciente.

Este tipo de pacientes pueden presentar, y en general presentan, un adecuado ajuste con el medio circundante. Será una pérdida importante o bien un fracaso (que es vivido como una pérdida) lo que les hará entrar en crisis. Otras veces es la sensación de angustia difusa, poco ligada a representaciones, una depresión vacía o bien una alto nivel de ansiedad o estrés lo que les lleva a la consulta.

Una de las mayores dificultades que nos encontramos al trabajar con ellos es su incapacidad para establecer una relación profunda con el otro y, por lo tanto, con el terapeuta. «Superficialmente parecen dispuestos ayudar, pues saben como deben actuar, pero siguen las reglas sin comprometerse realmente en ninguna relación: son individuos aislados y profundamente solitarios. En su caso, la terapia (que suele prolongarse durante un número excesivo de años) se convierte en una situación en la que el terapeuta actúa a modo de «asalariado», una fuente inagotable de consejo moral ante cualquier decisión, alguien a quien se puede visitar cada vez que se necesite guía.»(16). Una de mis pacientes, en las ocasiones en que más se acercaba a su parte más débil, necesitada y dependiente, que en general coincidía con cuando sentía más afecto por mi, me llamaba «Sra. psicóloga» con tono irónico para deflectar el sentimiento. Lo más importante dentro de su proceso de cura fue revivir el sentimiento de abandono.

En general, tardan bastante tiempo en entrar en lo que estamos más acostumbrados con los neuróticos,en lo que llamamos proceso terapéutico: cuando el paciente está realmente interesado en descubrirse, más allá del uso de mecanismos defensivos automáticos que van siendo concienciados. Es típico, por ejemplo, que a cada cosa que digan miren al terapeuta para confirmar la validez de lo que han dicho sin estar para nada interesados en mirar en su interior para confirmarlo ellos mismos en función de su reacción interna. O también que se pasen mucho tiempo mostrando sólo aquello que aprenden como una forma de conseguir la aprobación y admiración del terapeuta.
¿Qué es esto del mundo interno? ¿Existe? Y si existe: ¡Qué amenaza!

Los mecanismos defensivos usados por esta estructura de personalidad son: la disociación, la negación, la identificación proyectiva, la omnipotencia y la idealización. De entre ellos voy a destacar la escisión y la identificación proyectiva. Ambos mecanismos fueron profundizados por Melania Klein. Según ella, el bebé escinde sus vivencias en placenteras y frustrantes. Intenta desembarazarse de las frustrantes, proyectando la frustración en lo que Klein llama el «pecho malo» y las placenteras en el «pecho bueno», escindiendo también el objeto externo. Introyecta el pecho bueno a la vez que proyecta su impulso agresivo en el pecho malo y como consecuencia se siente perseguido por este último (posición esquizo-paranoide). La posición depresiva aparece cuando el bebé puede identificar que el pecho es uno. Ya no puede desembarazarse de las vivencias de frustración y teme, entonces, la pérdida del «pecho bueno» por sus impulsos de destrucción hacia el «pecho malo».

En la neurosis histérica y obsesiva también hablamos de escisión de partes o aspectos de uno, sin embargo, el mecanismo usado por la neurosis tiene que ver más con la represión. Podemos decir que en la represión es más fácil encontrar la vía de darse cuenta que cuando está instaurado masivamente el mecanismo de la escisión. En aquella es posible acceder a estos contenidos mediante el seguimiento experiencial y la asociación de ideas. La escisión, sin embargo, tiene un carácter más rígido e inmóvil, su instauración y mantenimiento van acompañados de pobreza de representaciones mentales, que dificultan la libre circulación de las mismas, y de evitaciones intensas inconscientes que incapacitan para dejarse llevar por la vivencia interna. Hallamos un ejemplo de ello en el trastorno afectivo bipolar, en el cual subyace un TNP: el depresivo pierde el recuerdo del maníaco y el maníaco está interesadísimo en mantener alejado al depresivo, al cual teme. Hacer presente al ausente una y otra vez, con la típica propuesta de la silla vacía gestáltica o simplemente recordándolo, es un excelente trabajo de base para este tipo de trastorno.

En la identificación proyectiva, a diferencia de la proyección, el sujeto permanece ligado a los aspectos proyectados como una forma de controlar al objeto externo. Una paciente con un grado importante de TNP, con narcisismo destructor, y con rasgos de personalidad limítrofe, por momentos estaba convencida de que yo no quería que ella se curara. Era muy difícil que pudiera identificar cómo estaba proyectando en mí a su, después nombrada por ella misma, «bruja controladora». El grado de angustia que despierta la reapropiación de los aspectos proyectados, facilita volver a escindir, en este caso a la «bruja». Con el tiempo, la relacionaba sólo con su madre sin asumir en absoluto que es una parte suya -controladora y muy agresiva- que ella introyectó de su madre y que es ella quien la alimenta y mantiene poderosa. Aún ahora no puede escuchar ni reconocer plenamente que es una parte suya, entra en pánico al pensar que si esta parte también es ella no tiene curación posible. Aún tiene la fantasía de que podría desaparecer sin renunciar al sostén neurótico que esta parte supone para ella.

Los pacientes con TNP no han tenido, en su infancia, la escucha o la acogida de sí mismos necesaria para un desarrollo saludable. No se les veía a ellos, sólo eran mirados como objetos narcisizantes de la madre o de los padres. Han sido valorados por aspectos muy parciales, a veces incluso irreales, o simplemente han sido desvalorados por no ser como los padres esperaban que fueran. Como dije están muy lejos de poderse asentar en sí mismos y usan continuamente los mecanismos defensivos que les aseguran el mantenimiento del alejamiento de sí. Otra paciente maníaco-depresiva pasó más de dos años muy temerosa frente a su vivencia interna llamando «el inconsciente» (como si fuera «el coco») a sus emociones e impulsos. Literalmente le aterraba sentir. No es hasta ahora, después de cuatro años de tratamiento, que puede empezar a dejarse sentir algo sin orientarse de inmediato a resolverlo o a expulsarlo por no tener solución (según su estrecha percepción de los procesos internos). Es por ello que muchos autores coinciden en que es imprescindible, sobre todo al inicio, y también a lo largo del proceso, una buena dosis de escucha empática(17).

Son pacientes que provocan fuertes sentimientos de impotencia al terapeuta, junto con intensos sentimientos de omnipotencia, con dosis de «furor curandi» que se pueden ver frustrados al paso siguiente. Contra-transferencialmente, estos pacientes despiertan en nosotros, los y las terapeutas, los asuntos no resueltos con nuestro propio narcisismo. Tuve un paciente con grandes déficits en su desarrollo por crecer en el seno de una familia muy conflictiva que se defendió despreciándolos enormemente y engrandeciendo la imagen de sí mismo. Fue un avance significativo cuando pudo identificar lo que nombraba como «un gran amor propio». Con mucha facilidad se sentía atacado y no comprendido. A causa de mi no identificación de mi propio narcisismo yo estaba empeñada en que desmontara esta imagen grandiosa de sí, que evidentemente le hacía sufrir. Mientras yo seguía en este empeño le facilitaba a él la competitividad conmigo, lo que algunos llaman transferencia complementaria, en detrimento de facilitarle deshacerse en su necesidad de amparo.

Por la experiencia que tengo en este tipo de pacientes, compruebo que el trabajo con la meditación les proporciona una buena base de autosustento sobre la cual poder tolerar las grietas a la autoimagen inflada. Por supuesto, en el inicio y durante mucho tiempo, lo que buscan es la iluminación como una forma de regresar a este estado paradisíaco donde no hay dolor ni sufrimiento, como la mayoría de nosotros. Buscan una forma de salvarse de interactuar en este terreno mundano, que no está a su altura, y que comporta pérdidas además de ganancias. Que supone la pérdida de los privilegios concomitantes a ser ideales. Sin embargo, la persistencia en dicha práctica les aporta espacio interno para no entrar en la espiral ansiosa que se les desata con tanta facilidad cuando su ideal es cuestionado.

Otra vía interesante de abordaje es el trabajo corporal y la atención sensorial, propia del enfoque gestáltico, siempre que tengamos la paciencia necesaria para tolerar que, en algunos casos, durante mucho tiempo, esta focalización no aporte ni la movilización ni el material interesante que aparece cuando el paciente tiene una estructura neurótica, aunque sea obsesiva. En otros casos, este tipo de trabajo puede despertar un alto nivel de imaginería que es usado para seguir alejándose de su experiencia sensorial. Aún así, la persistencia en el trabajo corporal y sensorial también abre, de forma clara, vías de acercamiento a la vivencia interna.

Destaco como fundamental en el tratamiento de estos pacientes que el terapeuta haya trabajado y transitado su propio narcisismo y tenga un buen conocimiento de la estructura del TNP para tener la empatía y la distancia suficiente para:
Tolerar las proyecciones y devolviéndoselas una vez transformadas. Lo cual implica contenerlas y devolverlas en el momento oportuno.
Tolerar la frustración que nos supone sobre todo a los gestaltistas los límites que ellos ponen a la relación íntima, sin sentirnos rechazados/as.
– A la vez que contener el alto grado de angustia, ansiedad y sufrimiento en el que pueden entrar sin hacer de«teta tapa bocas». Sin intentar evitarles la depresión, la caída y la desesperación, confiando en la capacidad que sí tienen y que van desarrollando de autosostenerse.

Dado el poco compromiso que suelen tener consigo mismos, me parece oportuno el establecimiento de un contrato claro que les facilite acudir a sesión tanto si están maníacos como deprimidos y que no puedan simplemente desaparecer cuando se sientan amenazados por la intimidad y la dependencia que están sintiendo en el vínculo terapéutico.

Se trata de acompañarles en el desmantelamiento de su autoimagen grandiosa a la vez que les facilitamos la expresión y la aceptación de la misma. La aceptación de la necesidad de grandiosidad, jugar con ella sin intentar hacerla desaparecer -principio gestáltico de la paradoja del cambio-, es lo que abre la posibilidad de poder distanciarse y reírse de ella. El humor me parece un buen un modo de acompañarles al no saber y al vacío necesario para poder, también no ser, para mí la esencia de poder vivir en paz con uno y con el mundo.

Creo que se trata de acompañarles, en definitiva, a reconocerse como seres humanos limitados, carentes y emocionales, como todos. Características necesarias para dolerse y nutrirse en las interacciones con los demás, y para poder disfrutar de la vida que es. Como terapeutas gestálticos tenemos el valioso aprendizaje de usarnos a nosotros mismos, también como seres limitados y emocionales, para facilitarles, a ellos, progresivos encuentros consigo mismo. Tal como ya he dicho, el uso de nuestro sentir será tanto más terapéutico en la medida en que nosotros sigamos atentos a nuestro propio narcisismo. Como creo que hemos podido comprobar, todos somos narcisistas y el deseo omnipotente de ser… -por ejemplo, el salvador o salvadora del otro- sigue ahí, detrás de muchas esquinas.


Cristina Nadal
 (2004)

(1) Escrito elaborado a partir de la conferencia que con el mismo título di en Marzo del 2003 en «Aula Gestalt». Barcelona.

(2) E4, para los que conozcan la tipología de 9 caracteres llamada Eneatipo o Protoanálisis.
(3) José Luis Trechera: ¿Qué es el narcisismo? Bilbao. Desclée de Brouwer S.A., 1996, pp.39.

(4) Padro Guillem Nacher: Fundamentos narcisistas y espejos rotos. Valencia, Promolibro, 1996, pp.24.
(5) Idem. Pag. 25.
(6) José Luis Trechera: ¿Qué es el narcisismo?, Bilbao, Desclée de Brouwer S.A., 1996, pp35.
(7) Edward C. Whitmont: El retorno de la Diosa. Barcelona, Argos Vergara, 1984.
(8) Los entrecomillados que se encuentran dentro de estas tres fases, a no ser que tengan otra referencia, son copiados de los apuntes que tomé en las clases de psicoanálisis que Javier Arenas impartió en Barcelona en 1998-99.
(9) Hugo Bleichmar: El Narcisismo. Estudio sobre la enunciación y la gramática inconsciente. Buenos Aires, Nueva Visisón, 5ªE, 1988, pp.13

(10) Idem., pp. 13.
(11) Idem., pp. 13
(12) La obra citada de Bleichmar es la que mejor me ha ayudado a entender el TNP que subyace en las patologías mencionadas en este párrafo.
(13) Alexander Lowen: Narcisismo o la negación de nuestro verdadero ser. México D.F., Pax México, 1987.
(14) Albert Rams: Clínica Gestáltica. Metáforas de Viaje. Vitoria , «La LLave», 2001 pp 60.
(15) José Luis Trechera, 1996. Pag. 37
(16) Rollo May: La necesidad del mito», Barcelona, Paidos, 1992, pp. 105.
(17) Gary Yontef: Proceso y Diálogo en psicoterapia gestáltica. Capítulo 14: Tratamiento de personas con alteraciones del carácter. Chile, Cuatro Vientos, 1995, pp.413.

¿están locos?… estamos locos

Sí, por supuesto, están locos unos y otros, los que provocan y los que imponen la guerra. Propongo desde aquí la perspectiva de que el resto también participamos de esta locura.

Para ello empezaré haciendo alguna referencia al recorrido del desarrollo psíquico del individuo. Éste se inicia en el estado confusional y simbiótico del bebé con la madre. La identificación del bebé con la imagen de sí que le refleja el espejo -bajo la mirada aprobadora de la madre- junto con el pensamiento omnipotente característico de esta etapa, facilitan la creencia de estar completo y de ser el centro del mundo, de ser un «yo ideal». Ahí estamos en el inicio de la etapa del narcisismo constitutivo del psiquismo, necesario para poder autoreferenciarse y para iniciar el proceso de individuación. Si el bebé tiene la suerte de que la madre desee al padre o a otro, que corte la simbiosis, el niño/a entrará en la etapa de la rivalidad cuya dinámica es «o yo o el otro» que no está tan alejado de «o soy Dios o soy una mierda». ¿Te suena? Todos hemos pasado por ahí, el anclaje en esta etapa puede ser mayor o menor y ello va a determinar en gran medida el grado de patología. La maduración requiere del acceso, que es laborioso, a la dinámica «yo y los otros», diferenciados.

Entiendo el «pedo» narcisista como aquel en el que la persona, desde la megalomanía o el aceramiento sufriente, no se aviene a ir soltando la imagen ideal de sí misma, aunque mantenerla le suponga un alto grado de estrés y de desgaste. Soltarla, confrontarla con la realidad, produce angustia. En el trastorno narcisista de la personalidad se trata de angustia frente a la desintegración. No hay términos intermedios «o todo o nada.»

La violencia es un acto que busca no perder o recuperar el yo ideal primigenio. Busca mantener la posición de privilegio frente a los otros. Y estos otros los encontramos en la vida cotidiana porque, claro, muchos de ellos nos dan juego. Lo loco de la agresión narcisista, es que el otro es sólo una percha de nuestros escenarios infantiles y aspectos internos no asumidos, de los cuales no nos hemos hecho cargo de forma suficiente.

Es muy difícil, por ejemplo, notar el dolor recibido y el dolor provocado sin alimentar mientras tanto un discurso vengativo o victimizante. Llorarlo, dejarse notar el desgarro o la herida con el suficiente interés, compromiso y apertura como para que el cuento que uno se ha contado sobre sí y sobre el mundo tome nuevas derivas y aporte modificaciones en el guión, cura.

Cura de quedarse pegado al ideal omnipotente que siempre está ahí tentando. Hasta que no pude reconocerme loca al ver cómo estaba alimentando la destrucción dentro de mi pareja, no pude tomarme en serio la tarea de dejar de alimentar la percepción y el trato al otro como si fuera un enemigo. Para esta tarea necesito hacerme cargo de mí en mi propia historia.

¿Pertenecemos a un mundo loco? Sí, sin embargo esta afirmación, sin el reconocimiento de nuestra propia locura, suena demasiado denostadora. Como si el mundo no lo formáramos todos. La guerra ha existido desde que existe la humanidad y nosotros no tenemos los rituales que tienen los animales para no destruirse, ni tampoco los rituales que sí poseyeron generaciones anteriores para canalizar el sobrante de nuestra necesaria agresividad y encauzar nuestros fantasmas inconscientes.

Creo que la nutrida respuesta general contra las guerras tendrá mayor alcance y profundidad si a la par asumimos todos y cada uno nuestra propia locura y violencia. Saber que van a seguir ahí nos aporta una perspectiva más realista desde la cual posicionarnos y seguir actuando.

Cristina Nadal (marzo-2003)