¿Qué es un grupo de Trabajo Personal?

piezas-rompecabezas-300x225El Grupo de Trabajo Personal (también conocido con la denominación más tradicional de Terapia de Grupo o la más moderna de Grupo de Crecimiento), es una potente herramienta terapéutica que permite potenciar de manera muy palpable cualquier proceso terapéutico o de crecimiento personal.

Hay un hecho que por obvio a menudo pasamos por alto. Y es que si existe el “nosotros” es porque existen “los demás”. Es decir: yo soy “yo” por que existes “tú”. Esta premisa tan básica ya constituye de por sí una parte esencial de la terapia en sí misma, incluyendo la modalidad individual, ya que la sanación se logra, más que por la aplicación de técnicas específicas (o no sólo por ello), por la posibilidad de exploración de una relación de autenticidad entre terapeuta y paciente, algo muy difícil de lograr en el mundo cotidiano.

El contexto de un trabajo terapéutico en grupo proporciona el marco idóneo para explorar, precisamente, las distintas maneras de relacionarnos entre nosotros, permitiendo sacar a la luz todos aquellos aspectos que puedan estar bloqueando o falseando nuestra manera de estar en el mundo (que no es otra cosa que nuestra manera de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás). Así, el grupo se convierte en un potente catalizador capaz de impulsar de manera notable la gran mayoría de los procesos terapéuticos o de crecimiento personal, se esté simultáneamente en terapia individual o no.

Desde este punto de vista, un trabajo de terapia de grupo puede verse básicamente como un laboratorio donde, en un entorno securizado (tanto por el compromiso explícito de confidencialidad de lo que allí se revele, como por el ambiente de respeto hacia las diferencias personales y la facilitación de todo ello por parte de un profesional), los individuos podemos darnos el permiso de intentar la a veces ardua tarea de ser tal cuales somos, más allá de las expectativas que creamos que los demás hayan depositado en nosotros. Así, nos permitimos revisitar los hábitos aprendidos en nuestra manera de relacionarnos con el otro o con el grupo, interrogarnos sobre ellos, confrontarlos y eventualmente explorar nuevas formas de hacer. Ni que decir tiene que el resultado de todo ello es una valiosa fuente de información y de experiencia que inevitablemente revierte en un gran enriquecimiento personal, tanto en el nivel individual de relación con uno mismo como en el modo de relacionarnos con los demás.

Ahora bien, ¿por qué grupo de trabajo personal en lugar del tradicional terapia de grupo o el más moderno grupo de crecimiento?

Parece una cuestión baladí, sobre todo si el trabajo que se hace es aparentemente similar, pero para mí tiene que ver con una actitud de fondo, y la actitud es una de las bases más importantes de cualquier terapia.

Pero vayamos por partes. Hay una realidad acerca de la terapia magistralmente expresada en una frase del matrimonio Polster (Una pareja de terapeutas de la primera generación de gestaltistas) que se ha hecho tan popular que seguro que todos la hemos leído en alguna ocasión:

«La terapia es demasiado beneficiosa para limitarla a los enfermos»

Beneficio particularmente evidente en la terapia de grupo. Es por ello que a menudo ya no se habla de terapia, sino de crecimiento personal. Parecería que el término “terapia” se encuentra demasiado cercano desde un punto de vista semántico al de un “trastorno” que tratar, por lo que las palabras crecimiento personal parecen más adecuadas a esta filosofía de enriquecimiento de la persona, independientemente de cuál sea su punto de partida o su motivación. Inevitablemente, nuestro enfoque humanista nos acercaría a esta postura. La línea divisoria entre salud y enfermedad, que siempre ha resultado más bien sospechosa para los humanistas, se muestra cada vez más artificiosa en esta época tan convulsa en la que el propio mundo se nos revela a diario como un lugar enfermizo y neurotizante. Así que, parafraseando a los Polster, ni la terapia beneficia sólo a los enfermos ni quienes piensan no necesitarla son precisamente los más sanos. Y es por esto que, personalmente, prefiero prescindir del término tradicional de terapia de grupo. Y no porque hagamos otra cosa; somos terapeutas y hacemos terapia. Pero no quisiéramos limitar los beneficios del grupo sólo a las personas con enfermedad, en profunda crisis o con sufrimiento crónico.

Ahora bien, si nos vamos al otro extremo, cuando escucho o leo el cada vez más popular término de grupos de crecimiento no puedo evitar pensar en un conjunto de macetas de interior, de esas tan agradecidas que con medio vasito de agua a la semana decoran nuestra sala de estar. Por orgánico que pueda parecer, el verdadero crecimiento no es tan espontáneo, ni sale gratis, pues ya se encarga nuestra neurosis de quitarle luz a nuestra planta cuando más la necesita, no sea que se le vean esas hojitas arrugadas o esos pistilos tan descaradamente voluptuosos… Nos guste o no, somos algo más complejos que los ficus.

Así que va a resultar que crecer cuesta trabajo. Crecer para dar fruto, se entiende. Siguiendo esta metáfora, no buscamos decoradores de interiores sino jardineros y hortelanos, dispuestos a plantar, cuidar, podar y nutrir, atentos a las necesidades del momento y a las interacciones precisas con el entorno, el clima, los insectos y, como no, los demás jardineros de al lado, cultivando cada uno sus propias plantas para beneficio propio y de aquellos a quienes quieren.

Y es en ese sentido que enfatizamos el término Grupo de Trabajo Personal como un natural punto medio entre una tradicional clínica pura y dura a la que sólo se va cuando uno está fatal, y esa otra actitud más o menos hedonista que a veces se esconde tras la búsqueda de una supuesta realización personal de quien, sintiéndose bien, viene a terapia para sentirse aún mejor.

Y es que acercarse a un grupo para ver y dejarse ver, descubrir nuestros automatismos, desmontar esas creencias en las que hemos apoyado en falso parte de nuestra vida, mostrar nuestras debilidades (o nuestras fingidas fortalezas), descubrir que no somos quienes creemos que somos (ni quienes creemos que los demás creen que somos) no deja de ser una pequeña gran aventura y como tal requiere de una cierta dosis de voluntad y coraje. Y también, como no, una buena dosis de corazón. Y todo eso cuesta lo que vale y vale lo que cuesta… precisamente, porque es trabajo.

David Magriñá

Taller de Comunicación con Inteligencia Emocional: la comunicación emocional efectiva

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En aquesta ocasió, oferim puntualment una activitat de Coaching Comunicacional que pensem que pot ser interessant:

Taller orientado a detectar cómo lo que sentimos afecta a lo que decimos y saber poner filtro a las emociones a la hora de comunicarnos. Una comunicación verbal y no verbal, con inteligencia emocional, mejora cómo nos sentimos y enriquece nuestra forma de relacionarnos a todos los niveles, en lo personal y profesional.

  • Lugar, Aula Gestalt
  • Sábado 31 de enero de 2015, de 10 a 18 h, con una pausa de dos horas para comer
  • Precio, 30 euros.
  • Inscripciones, llamando al tel. de Aula Gestalt, 93 301 74 72 o bien enviando email a info@aulagestalt.com
  • El pago se realizará en efectivo al comienzo del taller.

CONTENIDO DEL TALLER 

Escritura y detección de las emociones y sentimientos que condicionan nuestra comunicación

La Inteligencia Emocional aplicada a la comunicación 

Gestos y comunicación no verbal que nos acercan a los demás

Impartido por Sonia Marquès Camps, periodista especializada en comunicación y directora de el Emotional magazine, Pedro Martínez Ruíz, coach y escritor, y Javier Salvat, máster en coaching y máster en mediación, experto en gestión y resolución de conflictos.

 

Entrevista en el diario «La Vanguardia»

Entrevista a Cristina Nadal, Inés Martínez, Josep Devesa y Ruth Vila, de Aula Gestalt, psicoteràpia i formació

«La persona es el agente del cambio y la ayudamos para que se reencuentre consigo misma»

Aula Gestalt es un centro de psicoterapia y formación gestáltica creado en el año 2000, que ofrece psicoterapia clínica a adultos, tanto individual como grupal y de pareja.

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-¿Qué es la terapia Gestalt?
IM: Es una terapia humanista experiencial, que da especial relevancia a aquello más genuino y auténtico de la persona. Entiende que somos capaces de desarrollarnos saludablemente al ser conscientes de nosotros mismos y de nuestra relación con los otros.
JD: Para ello, la Gestalt atiende los niveles emocional, corporal y cognitivo. El objetivo es favorecer la integración de diferentes aspectos de uno mismo que, cuando están en conflicto, sustentan el malestar, la angustia, la depresión… la sintomatología.
-¿Cómo trabajan ustedes en Aula Gestalt?
CN: Como gestaltistas, no tenemos protocolos estandarizados. Con nuestras intervenciones acompañamos a la persona a reencontrarse a sí misma. Para ello potenciamos la capacidad de darse cuenta de su vivencia momento a momento, facilitando la conciencia y la expresión emocional, dramatizando situaciones actuales y pasadas en el aquí y ahora, proponiendo experimentos, trabajando los sueños, explorando la relación con los demás y con el o la terapeuta y acompañando a la comprensión de la experiencia.
RV: Este proceso, abierto en el tiempo, pasa por sesiones terapéuticas con una frecuencia normalmente semanal o quincenal.
IM: Estamos acostumbrados a trabajar con gente que entiende que su sufrimiento es una manifestación de falta de maduración y de conflictos internos no afrontados o no resueltos. Cuando en el inicio no es así, la terapia puede servir para despertar esta comprensión de la propia responsabilidad en el malestar que uno padece.
CN: La persona es el agente del cambio y nosotros la ayudamos a encontrar sus propias respuestas y aprender a orientar su vida. Todos y todas tenemos la capacidad de estar tranquilos o tranquilas y gozar de la vida. Esto suele no ser fácil y muchas veces requiere un profundo proceso.
-¿Qué actividades organiza Aula Gestalt?
RV: Las actividades se dividen en cuatro áreas: terapéutica, formación, supervisión y divulgación. Además de sesiones individuales, grupales y de pareja, desarrollamos nuestra tarea a través de monográficos intensivos. Del 1 al 4 de mayo, por ejemplo, tenemos previsto un taller en el que se trabaja la relación con los padres: Así fue y así soy. Un viaje a la infancia para comprender el presente. También tenemos programados tres monográficos breves de entre 3 y 4 horas de duración: La profundidad de la autoestima,  La emoción como motor vital y un Taller de sueños.
JD: Estamos vinculados a la Escola del Taller de Gestalt de Barcelona, que forma terapeutas, de la que somos originarios desde 1988. También ofrecemos supervisión, individual y grupal, a profesionales de la relación de ayuda. A lo largo del año organizamos actividades gratuitas y cada otoño realizamos una jornada divulgativa de la terapia Gestalt. Se pueden consultar escritos y actividades nuestras y de nuestros colaboradores en nuestra web.

Así fue así soy.

banner-faceLa infancia y la adolescencia son años fundamentales en los cuales se estructura el carácter con el que funcionamos a lo largo de nuestra vida; años en los que la mirada de los progenitores, sus palabras, sus gestos, constituyen el referente primordial. A través de los mismos, las niñas y niños perciben qué es aquello que se espera de ellos; aquello que es bienvenido y aplaudido y lo que no. Tiempos en los que se aprende que es más importante lo que hacemos que lo que somos. De modo que nuestra identidad se construye a partir de esa mirada que viene de fuera, ya sea a través de la rebeldía o de la sumisión. De forma inconsciente, tomamos decisiones de cómo debería ser nuestra vida en base a ello. Podemos decidir que sea un desastre, un éxito, un drama, una comedia… Viviendo, en muchos casos, una vida que no es del todo nuestra sino que está dedicada a ellos, los progenitores. ¿Para qué? Para conseguir lo más preciado: su amor, su valoración, su reconocimiento y su contacto.
Las “heridas” de la infancia quedan asentadas como asuntos pendientes. Sin darnos cuenta intentamos resolver aquello que pasó entonces a través de las relaciones y vicisitudes del presente. Ello da lugar a conflictos que, generalmente, se repiten de forma cíclica, ya sea en relaciones de pareja, con los propios hijos, en el ámbito laboral, etc.
El Taller “Así fue así soy, un viaje a la infancia para comprender y cambiar el presente” es una oportunidad para abordar desde su núcleo este tipos de conflictos. Los objetivos del taller son reconocer y expresar las emociones bloqueadas de la infancia. Facilitar la consciencia de aquellos guiones que gobiernan nuestra vida, sin saberlo. Y favorecer la toma de nuevas decisiones. La metodología que se usará son las dinámicas en grupo e individuales. Con propuestas de trabajo corporal, de expresión y de elaboración emocional. Utilizaremos herramientas de la Psicología Humanista, especialmente de la Terapia Gestalt.

 

¿QUÉ ME PASA CUANDO DIGO NO?

Un taller sobre los límites y las emociones, Sábado 16 de Mayo de 10 a 14h images

¿Puedo decir No? O me siento… incomodo/a, culpable, triste, egoísta, enfadada/o, etc. Experimentaremos que sentimos con el NO, y las dificultades que tenemos para decirlo, o para sostenerlo y vivirlo. Trabajaremos sobre nuestra capacidad de poner y aceptar límites. En el aquí y ahora del grupo miraremos como vivimos el No y el Si en nuestra vida cotidiana.

Tendremos como eje del taller explorar aquellas situaciones, vínculos y/o experiencias en las que necesitamos decir No y nos resulta difícil, tanto por las emociones que nos genera ( incomodidad, miedo al rechazo, tristeza etc.) como por los aprendizajes emocionales e introyectos que tenemos sobre el No (no está bien, hay que ser buena persona, etc.)

En el grupo, buscaremos ampliar el darnos cuenta de qué emociones y sensaciones se despiertan en estas situaciones y explorar cuáles son nuestras dificultades para poner límites, para separarnos, o para alejarnos y/ o acercarnos. La propuesta es observar qué creencias, nudos y/ o mecanismos hacen que me sea difícil decir No (o mantenerlo y sostenerlo). A veces será dejar algo fuera, terminar una situación, decir que no a alguien que queremos, decir que no a nuestra propia costumbre etc.

“Para deshacer un nudo tenemos que saber cómo está hecho”.

Alejandra Sosa

Levitar

images“Coge esta cuerda y enrolla un cabo en cada mano. Ahora coloca la cuerda que queda entre las dos manos debajo de tus pies. Muy bien, ahora estira fuerte, muy  fuerte hacia arriba. Si logras estirar lo suficiente, podrás elevarte del suelo”. Yo apliqué todas mis fuerzas pero no conseguí elevarme un solo milímetro. Contrariado, le dije a Eusebio que era muy difícil. Él me miró sonriente y me animó a no desfallecer, algún día -me aseguró- lo conseguirás.  Me esforcé como no se pueden imaginar, con la fe de un niño de 9 años, mi edad a la sazón. Antes de que se mudara de vivienda, Eusebio, el vecino que me inoculó tal pretensión, me preguntaba por mis avances cuando coincidíamos en la escalera; yo sólo le podía ofrecer la calderilla de mi esfuerzo. Sin el goteo de su interés fui olvidando mi objetivo. Abandoné la cuerda entre mis juguetes y me dediqué a crecer. Ya adolescente, un día hice inventario de mis trastos y reencontré la cuerda. Con una sonrisa boba evoqué mis intentos y me avergoncé de mi inocencia: era imposible levantarme y sostenerme en el aire pues la fuerza que hacía con mis brazos en dirección al cielo era proporcional a la que dirigía al suelo a través de mis pies, pensé. Guardé de nuevo los juguetes e insistí en mi crecimiento. Sigilosamente, casi sin darme cuenta, estudié física. Conocí a Sara. Nos casamos. Tuvimos tres hijos, dos niños y una niña. Conseguí una plaza de catedrático en la facultad. Y viví una vida pespunteada de tonos pastel con pocos trazos estridentes.

Cuando contaba cincuenta y tres años, reconocí a Eusebio sentado en el banco de una plaza. El tiempo había respetado el perfil inconfundible de su cara. Con timidez me acerqué a él y me presenté. Tardó un rato en reconocerme, para refrescarle la memoria le hablé del propósito que me encomendó. Ese era el eslabón que faltaba para alcanzar en su memoria el recoveco donde almacenaba mi persona. ¿Lo conseguiste?, me preguntó. Ya lo siento –respondí- pero desistí antes de llegar a la meta. Mi tono intentaba ser divertido y cómplice. Pues yo al final lo logré, me confesó mirándome a los ojos. Busqué en su cara un gesto que convocara la broma pero topé con su seriedad. Se percató de mi escepticismo. Me rogó que lo acompañara a su casa. Allí fui testigo de como, tras unos momentos de concentración, conseguía elevarse unos diez centímetros del suelo. Enseguida busqué el truco, algún mecanismo escondido que le permitiera tal proeza. Eusebio miraba comprensivo mi postura inquisidora. No hallé nada.

El quid de la cuestión –me contó- consiste en lograr el desequilibrio necesario para que la fuerza de los brazos sea superior a la presión que ejercen los pies en el suelo. Eso se consigue con práctica y un conocimiento profundo de la musculatura.
Me pidió que me desnudara y con la cuerda me situara en la postura de arranque. Pacientemente, se dedicó a dirigir mis esfuerzos y contrarrestar tensiones musculares. Apoyaba su dedo índice sobre un músculo y susurraba relaja, tensa, un poco más, suelta un poco… Los músculos eran como cuerdas de un piano que él afinaba con pericia. Ahora no tocas el suelo, estás flotando. Al oír esas palabras me sorprendí tanto que aterricé. No sentí subir pero sí caer. Me emocioné, no daba crédito a lo sucedido. Con su ayuda seguí probando sin suerte. Me prometió que podía acercarme a practicar en cualquier ocasión. Volví a casa eufórico. Le conté la experiencia a Sara e intenté flotar para demostrarle la veracidad de mis argumentos. No lo conseguí.

Pasaron lentos los meses en que dediqué mis energías a entrenar, con la ayuda de Eusebio, una técnica suficiente para poder elevarme, y convencer a mi familia de mi cordura. Eusebio murió a causa de una embolia antes de que yo pudiera alcanzar un grado suficiente de dominio. Fue duro para mí. Alguna vez en la soledad de mi estudio conseguí elevarme; la primera de ellas llamé enseguida a Sara para repetir bajo su atenta mirada y sólo conseguí sudor con aroma a fracaso. El profesor de físicas cuestionando la ley de la gravedad, fantástico. Dijo fríamente y salió dando un portazo.
Aprendí a disfrutar de mis avances en soledad. Me obligué a no mencionar el asunto y a practicar en la intimidad. Así ha sido durante años. Años en los que he avanzado con tanta lentitud que nunca he conseguido elevarme a voluntad. Las veces que ocurrió fueron como una gracia que la providencia me brindaba.

¿Qué por qué les cuento esto ahora? Hoy me han invadido los recuerdos. Deben saber que hace un dos meses sentí un dolor agudo en la cabeza, la vista daba chispazos, era incapaz de aguantar el equilibrio. El pensamiento tenía unas fluctuaciones extrañísimas. Resultó ser un tumor en la cabeza. Me pronosticaron poco tiempo de vida. Esta última semana la he pasado postrado en la cama, el fin es inminente. Estoy asustado, temo dejar este mundo. Es un miedo cerval, inapelable. Sara y mis hijos me acompañan con amor. Damián, mi hijo mayor, viene a verme cada día y se entretiene en hacerme preguntas relacionadas con mi pasado; preguntas que escarban, delicadamente, en los pliegues de mis recuerdos y pulsan mis emociones. Creo que en el fondo, sin siquiera saberlo, pretende certificar que he sido feliz, como si anhelara llorarme evocando mi plenitud. Yo le contesto con toda la honestidad de la que soy capaz. Confieso que necesito sentir esa comunión diaria, esas preguntas que me transmiten un amor veraz que tiene el don de calmar mi dolor y mi angustia. Esta mañana Damián no tenía preguntas. Nos hemos mirado a los ojos. Ojos brillantes al borde de las lágrimas. Ha sido un instante especial e intenso que ha quebrado una enfermera que ha venido a comprobar mi presión sanguínea. Al quedarnos solos de nuevo esa magia había desaparecido. Entonces ha sido cuando me ha dicho ¿te acuerdas de cuando pretendías elevarte de suelo estirándote a ti mismo con una cuerda? Y ha sonreído. Yo he sonreído también. Se ha levantado de la silla y como si fuera un mimo ha jugado a exagerar los movimientos que yo realizaba; ha sacado un poco la lengua a un lado para simular esfuerzo y ha tensado todo su cuerpo evocando un atleta cuya disciplina fuera la halterofilia. No he podido evitar una carcajada. Era la carcajada que él buscaba, se ha relajado y se ha sentado de nuevo en la silla del lado de la cama. Entonces he cogido su mano y la he acercado a mis labios para darle un beso. Y le he dicho, te quiero hijo. Hemos retozado un rato en silencio. Cuando se ha ido he evocado a Eusebio. Su perfil de caballo, sus manos rugosas. La mirada azul, tranquila. Y he resbalado por la pendiente del entendimiento. Debo decir que este hombre era para mí bastante incomprensible, cada encuentro suponía un jeroglífico que nunca supe resolver. Llegaba a su casa y me invitaba a café o a una copa de vino; me hablaba del último partido, de la llegada del calor. De las flores de su terraza. O se interesaba por la genealogía de alguna arruga que surcaba mi frente, como si yo debiera tener el don de discernir su significado. Cuando le urgía para que me transmitiera más conocimiento me miraba con conmiseración. Muchas veces le insté a que mostrara al mundo su genial hallazgo, su destreza impecable. Entonces sonreía y me decía que no estaba para monsergas y cambiaba de tema o se quedaba callado y miraba a lo lejos. Hoy lo comprendí un poco más y añoré su presencia. Daría oro para poder mirarle a los ojos; para mandar al carajo la cuerda; para darle mi mano y reírnos de la muerte hasta que me sellara los labios.

III JORNADA AULA GESTALT

Charla introductoria a la III Jornada de Aula Gestalt 1/2/14
Cristina Nadal

APRENDER ES DESCUBRIR

En Gestalt, aprender (lo que sea: a relacionarse, a vivir mejor, a dejar de hacer algo molesto…) es descubrir a través de concienciar y asumir la propia experiencia, dejándose sorprender por la misma

Nos situamos dentro de las psicoterapias humanistas, que tienen en cuenta al ser humano en su globalidad. Atendemos los diferentes niveles de la persona: corporal, emocional, mental y espiritual (éste en función del propio desarrollo del terapeuta) y que trabajamos para la integración de los mismos.

En Gestalt, entendemos al ser humano como un organismo en contacto constante con el entorno . Como todo organismo, necesitamos mantener nuestra homeostasis, en un entorno variable, sin embargo, no estamos regulados instintivamente, o al menos no tanto como el resto de animales. Somos dependientes durante más tiempo y necesitamos aprender para sobrevivir y madurar. Durante esta etapa de la niñez, nuestros progenitores o los que hagan esta función, son los que nos van a transmitir cómo son las cosas y lo que es bueno pensar, sentir y hacer. Y no sólo eso, puesto que a veces nos dicen algo y hacen otra cosa; ahí se complejiza.
En general, esta forma de educación, pasa no tanto por acompañar al niño y a la niña a descubrir el mundo y a sí misma/o, sino por decirle lo que tiene que hacer y aprehender. Ahí, en este inicio, se crean los introyectos, que son las normas e ideas no contrastadas y no ajustadas a cada quien que no tenemos otra posibilidad que tragárnoslas, dado que no tenemos la posibilidad de contrastarlas. Aunque protestemos, nos los tragamos sobre todo porque necesitamos ser queridos, aún si lo conseguimos a través de la pelea, de la rebeldía. En la adolescencia nos despojamos de algunos de ellos pero en gran medida acogemos otros del grupo al que pertenecemos y de los líderes que admiramos.
Estos primeros años de vida y la relación establecida con nuestros progenitores y enseñantes, junto con nuestro temperamento y los avatares de nuestra gestación, ayudan a conformar nuestro carácter.
Éste, está basado en ideas locas, que creemos que son ciertas “yo nunca lo conseguiré”… “lo mejor es saber lo que quiere el otro”… “si se puede, se tiene que hacer perfecto”…”en este mundo no hay lugar para los débiles” o incluso alguna que puede parecer tan buena como “aquí se viene a ser feliz” y que presiona fuerte. En ellas se sustentan actitudes y modos de relacionarnos repetitivos, estructuradas por los mecanismos defensivos que originariamente nos sirvieron para manejarnos con las situaciones conflictivas, traumatizantes y dolorosas; pero que ahora están obsoletas.
Ya somos mayores pero seguimos actuando con las mismas pautas de comportamiento rígidas, que nos facilitan mantener un status quo. Éste, tiene una vertiente confortable y segurizante (necesaria pero sólo en cierto nivel) y otra alienadora de nosotros y nosotras mismos/as. Esta alienación es la distancia entre lo que somos y lo que sentimos, pensamos y hacemos. Ello provoca mal estar y sintomatología, que es lo que puede hacernos pedir ayuda. A mayor desconexión interna, mayor es el grado de malestar y sintomatología (ello es muy gráfico en la tan frecuente ansiedad generalizada en nuestros días). La realidad es cambiante, es nuestro nivel neurótico el que nos hace hacer lo mismo y percibirlo igual. Una cosa es la autorregulación organísmica, es decir, abrirnos a identificar lo que experimentamos para orientarnos adecuadamente en nuestra realidad y otra mantenernos el mismo lugar para sentirnos seguros y evitarnos el miedo de ir descubriendo quiénes somos y encarar lo que necesitamos afrontar.

Nuestra propuesta de aprendizaje es descubrir quienes vamos siendo (dado que somos un proceso), asumiéndolo, para manejarnos más satisfactoriamente en la realidad y seguir aprendiendo de ella. El aprendizaje no es algo que viene de afuera sino de adentro .

Tal como podemos deducir, nuestra propuesta de aprendizaje, resuena tanto con la Ironía como con la mayéutica socráticas. Sócrates, cuya madre era partera, entendía el saber cómo dar a luz un nuevo conocimiento, supone la idea de que la verdad está oculta en el interior de uno mismo. La Ironía, supone que el saber no está en lo que se piensa, que son prejuicios .

Nuestra tarea no es saber qué tiene que hacer o pensar el paciente o el participante de un grupo, nuestra tarea es acompañarle a identificar qué experimenta y hacerse cargo de ello a través de una herramienta básica que es lo que llamamos continuum atencional: Identificar momento a momento aquello que siente, nota, percibe (externa o internamente), se le cruza por la mente… Así, enfocando el presente, van a ir emergiendo experiencias que amplían su registro sensorial, emocional y cognitivo. Ahí facilitaremos que la persona pueda saborearlo, expandirse en ello, aprehenderlo, apropiárselo.
También aquello del pasado que sigue pendiente de afrontar o resolver, aparecerá como situación pendiente, que requiere atención, y la seguiremos con la misma metodología, acompañando a la persona a abrir eso que quiso mantener alejado para no sufrir o por miedo a hundirse o desesperarse, a través de su propia experiencia. Será la propia persona que recorrerá el camino y que irá encontrando qué hacer con ello. Básicamente, mediante al expresión de vomitar lo tragado, expresar lo no dicho y asumir lo que fue, transitando la pena, la rabia, el dolor o la alegría y placer contenidos. Nuestra intervención tiene la finalidad de facilitarle mantenerse en contacto, hasta donde la persona pueda y quiera en cada momento.

También proponemos desaprender las pautas rígidas de comportamiento como modo de aprender y madurar. Proponemos desaprender las pautas rígidas y no operativas, básicamente a través de darnos cuenta de las mismas y de tomar el toro por los cuernos. Identificarlas es el primer paso ya transformador en si mismo, sobre todo porqué como vais viendo, en Gestalt, nos damos cuenta mayoritariamente a través de atender la experiencia y valorar su registro sensorial y emocional. Así, los insights dados en esta situación, comportan modificaciones internas significativas. De todos modos, sabemos que en algún momento tendremos que disponernos a frenarnos activamente la repetición automática: primero identificándola, luego explorando una y otra vez, qué sucede si no la repetimos, si la paramos. Para ello, necesitamos ser pacientes, que no es igual que indulgentes e ir reconociendo el goce que obteneos con ello, sincerándonos internamente.

Entonces, siguiendo con el lema de las jornadas, os pido que evoquéis la entrega abierta que de bebés tenemos los humanos cuando nos interesa alguna cosa. Se entregan a ello, son pacientes, cuando están calmados/as, y podemos imaginar que disfrutan explorando lo que tienen entre manos. Esa actitud es la que hemos perdido en buena parte, Es la capacidad de sorprendernos. Vamos de que “ya sabemos” o de que “no podemos saber” o “no vamos a ser tan cándidos como para abrirnos así… como si fuéramos tontos/as!” Qué pena haberlo perdido, la buena noticia es que podemos recuperar parte importante de esta actitud, de hecho seguramente en algún área de nuestra vida la conservamos (frente al arte, si no vamos de enterados o estrechos, en la naturaleza…) Proponemos acercarnos a ese interés limpio e ingenuo también en relación a nosotros/as mismos/as y a las personas circundantes.

Claro que no siempre podemos estar en contacto, necesitamos retirarnos para asimilar, la trasformación y enriquecimiento que supone el contacto es fructífero si podemos ir y venir de afuera a dentro. Para aprender, necesitamos asimilar.

La apertura enriquecedora se da cuando nos permitimos ser auténticos, nada fácil, porque requiere cierto grado de autoaceptación. Muchas veces, la aceptación surge al poder mostrármelo y mostrarlo fuera. En estos ámbitos de crecimiento y terapéuticos, la autenticidad es la base para aprender de nosotros y por ende, también de los demás.

P.D. Lo que no dije, pero tenía anotado y puede enriquecer lo anterior:
Perls habló, en un inicio, antes de ponerle el nombre de Terapia Gestalt, terapia de concentración. Por ejemplo, frente a un dolor de cabeza, si dejamos que esté, le abrimos espacio y nos acercamos a él, podemos identificar cómo lo estamos manteniendo; y si seguimos, (sin enjuiciarlo) igual nos viene una escena en la que nos hemos tensado. Y si respiramos eso que estamos notando igual identificamos algo significativo que nos hemos tragado en una situación actual o un asunto infantil que tal como ya hemos visto seguiremos a través de la experiencia actual al evocarlo y revivirlo.

Cristina Nadal

APRENDER ES DESCUBRIR (Lema de la III Jornada de Aula Gestalt)

Una cita de Fritz Perls que enfatiza el aprendizaje comojornadas-home un proceso continuo que nos acompaña toda la vida:                          “No hay tal cosa como una maduración total. La integración nunca se completa: la maduración nunca termina. Es un proceso en transcurso para siempre jamás. No se puede decir “ahora he comido asado y ahora estoy satisfecho; ahora no tengo más apetito”, y para el resto de nuestras vidas no hay más apetito. Siempre hay algo por ser integrado, siempre hay algo por aprender.  Siempre cabe la posibilidad de una maduración más plena, de tomar más responsabilidad sobre uno mismo y sobre la propia vida. Desde luego, el tomar responsabilidades sobre la propia vida y el ser ricos en experiencias y habilidad son lo mismo.”
Fritz Perls, Sueños y existencia.

VIDA SÚBITA

VIDA SÚBITA

Y de qué vivió, preguntan asombrados:

vivió de vida natural,
vivió de encantamiento, de un fuerte golpe,
de un pulmón que le salió magnífico.

Tenía horas y horas para volar, para bailar,
para morirse de la risa.
Daba cosa mirarlo tan contento
como si no esperara nada.

Tenía unos pies estupendos
con los que se paseó dos o tres veces
a todo lo ancho y lo largo

y le sobrevino la vida de repente
sin que supiéramos por qué,

nada más lo vimos alegrarse y alegrarse,
se infló como un globo de dicha
y apareció ante nuestra vista
de un modo radical, definitivo, eterno.

 

Alejandro Aura

MEDITACIÓN DE NAVIDAD 2013

índexTextos inspiradores para la meditación de Navidad 2013.

 

«Ya tenemos todo lo que precisamos. No necesitamos mejorarnos. Todas estas fantasías que nos imponemos a nosotros mismos: el temor constante de ser malos y la esperanza de ser buenos, las identidades a las que tanto nos aferramos, la furia, los celos y las adicciones de todo tipo…nunca tocan nuestra riqueza básica. Son como nubes que ocultan temporalmente el sol. Pero nuestra calidez y nuestro brillo están aquí mismo en todo momento. Esto es lo que realmente somos. Estamos a la distancia del guiño de un ojo de estar plenamente despiertos.»

Pema Chödron, “Empieza donde estás”

 

«Si no puedes sosegarte,
¿qué podrás aprender jamás?
¿Cómo llegarás a ser libre?»

(El Dhammapada de Gautama el Buda)

 

El silencio no es inactivo.
La flor llena el espacio con su perfume, la vela con su luz;
no hacen nada y, sin embargo, su presencia lo transforma todo.
Su presencia misma es acción.

(Nisargadatta Maharaj)