¿POR QUÉ MEDITAR?

imagesinesbonaA veces me pregunto por qué este empeño en desarrollar una disciplina en la práctica meditativa. Que la meditación ayuda a calmar la mente es una buena razón y de ello tengo atisbos de vez en cuando. En ocasiones, especialmente cuando la meditación es guiada, o  ayudada por una escucha musical, el movimiento o la recitación de mantras, el efecto calmante es claro e intenso. Otras veces, sobre todo en la meditación vipassana, en la que uno trabaja a pelo con su cuerpo y su mente, la práctica resulta más difícil, pues la mente se encuentra sola consigo misma y se distrae con suma facilidad; no obstante, esta forma desnuda, por así decir, es una buena manera de conocer la mente y su funcionamiento y de indagar en los modos de manejar ese caballo salvaje, ese niño caprichoso. Por este motivo, considero muy interesante que la meditación de tipo vipassana sea el elemento principal de una práctica continuada.

“Si quieres controlar a una vaca, dale una ancha pradera”, según un dicho que no sé de dónde viene. Por ahí va la cosa. El aprendizaje de esa permisividad le sienta bien a nuestra mente, y de paso a todo lo que somos. No se puede apagar el fuego con fuego, no se puede controlar con más control esa faceta de nuestra psique tan volátil, escurridiza y ávida de control que es nuestra mente.  Lo que sí podemos hacer es oponer un elemento diferente, creando en nuestro ámbito psíquico una fuerza suave y firme, que actúe como límite  en el campo mental y le dé una estabilidad. Esa fuerza es nuestra atención, y mediante ella expandimos a la vez que afinamos la capacidad de darnos cuenta.

Hay una diferencia sutil –y no tan sutil- entre dejar la mente abandonada a sus desvaríos y observarla sin intervenir. En el primer caso, al no percatarnos de lo que sucede, la mente nos arrastra con ella, eso cuando no cabalga sobre nosotros; pero cuando somos capaces de no identificarnos con lo que sucede, creamos un espacio para simplemente darnos cuenta y regresar al campamento base, que es el ahora, el cuerpo, la respiración. Y también al contrario: sintiendo la postura y la respiración evitamos ser arrastrados por nuestra mente. Es muy importante, eso sí, que esa atención y esa vuelta al presente, al lugar real en el que estamos, no sean efectuadas con impaciencia ni enfado, sino con suavidad, de forma amigable para con nosotros, pues la calma con calma se enseña.

Por último, aunque podría ir en primer lugar, hay algo más que anima esta voluntad de meditar. Se trata de la necesidad de parar y  hacer una retirada hacia dentro. Parar, en primer lugar,  la compulsión por la actividad haciendo un alto en el ajetreo cotidiano, dejando en suspenso la atención a los estímulos exteriores, a veces excesivos, así como el afán por intervenir en lo que ocurre, sea para resolver, mejorar, cambiar…Cierto que ese afán reaparece durante la meditación, incluso con esfuerzos redoblados, en relación con los estados interiores. Pues bien, no cedamos al desaliento, la oportunidad de oro está ahí para que podamos entrenarnos en hacer algo diferente: ni luchar, ni distraernos, sino abrirnos, darnos cuenta, respirar y dejarnos en paz.

One Response

  1. Cristina
    Nov 05, 2013 - 10:39 PM

    Me gusta la forma simple que tienes de hablar de algo de lo que no es tan fácil hablar simple sin quitarle profundidad.

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