Polaricémonos

Este artículo apareció publicado en el número 5 de la revista “Conciencia sin fronteras”. He realizado una revisión del mismo para publicarlo en esta Web.

HACHE Y JOTA 

Aquella noche Hyde y Jekyll
decidieron tomar un trago
silbó bajito el Dr. Jekyll
y dijo hoy me siento ufano
tengo tranquila la conciencia
la digestión de buen talante
creo que vivir vale la pena
bajó los ojos mister Hyde
y dijo torvamente mierda
luego elevaron las dos copas
de vino tinto y vino blanco
y brindaron por esa eterna
y saludable coincidencia
por fin salieron abrazados
como dos buenos enemigos
estornudaron al unísono
y se metieron en el Hombre

Mario Benedetti

Polaridades
¿Qué decir de la molesta inquietud que frecuentemente nos recorre el cuerpo y el ánimo en busca de abrigo y comprensión? Porque mira que es molesto darse de bruces, inesperadamente, con esas inquilinas. Uno desea una vida tranquila y sosegada, de cervecita en las terrazas y charla y canciones a la luz de la luna. Y de improviso, ¡zas!, sufre una intoxicación –de lo que sea- y de pronto se halla inmerso en un arrebatado deseo de, pongamos, dar un fuerte martillazo en la cabeza del vecino de enfrente o, en su lugar, entregar todas las pertenencias a una ONG, de dudosas cuentas e intenciones. Es lícito, y cómodo, pensar que en estos momentos uno está p’allá, que qué me pasa hoy, mejor me tome una tila y le meta caña a los pensamientos positivos, que ya dice la copla:

En este mundo traidor
nada es verdad ni es mentira
todo es según el color
del cristal con que se mira.

Bueno,
para darle sabor a la cosa podría apuntar más ejemplos de pasiones que bordean el límite de lo soportable, de lo políticamente correcto… Pero diría que no es necesario: todos tenemos retazos de nuestra vida en los que hemos sentido de cerca esa especie de zozobra, que indica que nos acercamos a nuestras estancias más oscuras y negadas. Mientras lo piensas y para inspirarte pondré una pizca de bolero: un fragmento del que ahora estoy escuchando, que, digo yo, viene a cuento, y que sea como sea me gusta:

Tengo las manos
tan desechas de apretar
que ni te puedo sujetar.

Pues nada,
si decido ir un poco más allá de la tila y demás, ¿qué hacer ante el asunto? Para empezar y ante todo, mucha calma. No es cuestión de andar repartiendo martillazos entre la vecindad; aunque si lo hiciera, siempre tendría la justificación que es para mi crecimiento personal: “me estoy trabajando la agresividad” podría argüir. Pero actuar así ni es muy compasivo ni proporciona buen karma -cosas todas ellas a tener en cuenta- amén de estar bastante lejos del crecimiento personal.
Claro que existen pasiones polares en las que uno se zambulle con frenesí y desea que no terminen nunca, o que suponen un estado de arrobamiento amoroso, fecundo, creativo y esdrújulo… Pero obviamente no son éstas las que ocupan este escrito, a pesar de que en determinadas ocasiones cueste tanto aceptarlas y mantenerlas como las más truculentas.

Mucha calma
y, si tengo ganas de trabajar, mucha atención y sobretodo respeto: eso que estoy sintiendo también soy yo, y está ahí por alguna razón más o menos desconocida. Seguro que es más lindo sentirse un ángel, pero a veces es necesario sobar al demonio, incluso puede ser mas productivo. Con palabras de Claudio Naranjo: “El diablo no sabe para quién trabaja”. Cuando vuelvo a evitarlo suele perdurar y, aunque no se note mucho -ahí bien tapadito-, está más que comprobado que lo que no sale por la boca sale por el culo, con perdón.

La Terapia Gestalt
valora especialmente el concepto y el trabajo con las polaridades. Fritz Perls escribió: “La filosofía básica de la Psicoterapia Gestalt es la naturaleza entre diferenciación e integración. La diferenciación conduce por sí misma a las polaridades. Como dualidades que son, estas polaridades lucharán entre sí y se paralizarán unas a otras. Integrando los rasgos opuestos, lograremos que la persona se complete de nuevo”. Esto implica, con palabras de Irving y Miriam Polster que: “El que ignora partes de si mismo acaba, simplemente, por tenerse a raya a si mismo”.

Siguiendo esta pista
apuntaré algo sobre lo que puede pasar -especialmente en el marco de una sesión o un proceso de terapia- si se aguanta en la borrasca hasta el final, o hasta donde se pueda. Para empezar me serviré de un fenómeno, “alrededor del mundo”, citado por Joseph Zinker: “Si vuelas hacia el Norte por bastante tiempo terminarás volando hacia el Sur”. Es decir, si prendo una luz en el pozo, en los aspectos más temidos y negados de mi mismo -si atiendo- puede ocurrir que el reconocimiento me permita confrontar lo negado con lo conocido y/o idealizado. Esta confrontación puede, después de una guerra más o menos larga, integrar ambas partes (aunque haciendo honor a la realidad, preciso es decir que aún así, siempre suelen producirse múltiples desencuentros). Para llegar, finalmente, a la conclusión de que no soy tanto ni tan poco y, además, también todo lo contrario. Vamos, que igual soy un pendejo santo y bondadoso que un querubín malicioso y cínico. Por ahí, a veces aparece una genuina sensación de ecuanimidad y amplitud, como si habitara más el cuerpo.

Mi cuerpo loco

que a veces adivino formado, simplemente, por una combinación de cuerpo de policía y cuerpo del delito, aliñado con unas gotas de misterio. Y que en estos momentos no se discernir si se trata de un ser enigmático o de un inevitable refrito… Aunque, bien mirado, quizás sólo se trata de un refrito enigmático y un ser inevitable. Ya veré…

Josep Devesa

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