Contacto y Retirada

apuntes de gestalt

La vida es ritmo. Existe un ritmo intrínseco en la naturaleza y, como parte de ella, en el ser humano. El latido del corazón, sueño-vigilia, la respiración… Unos que me ocurren frente a otros que yo manejo. Un ritmo básico de estos últimos es el contacto-retirada. Es un movimiento esencial para nuestra supervivencia y para nuestro bienestar y,donde mejor puede reflejarse, es en la satisfacción de las necesidades. La necesidad puede ser de cualquier tipo, fisiológica, estética, emocional, etc. Es muy simple entenderlo, si tengo sed me acerco a la fuente y bebo (contacto) una vez saciado dejo de beber (retirada). Si tengo ganas de compañía llamo a un amigo, nos vemos (contacto), estamos juntos un rato y nos despedimos (retirada). Tan simple que parece una enseñanza de los teleñecos…

En la práctica no siempre es fácil, sobretodo cuando se refiere a relaciones o emociones. A veces a uno le cuesta tanto la retirada que la vida roza el hartazgo continuo (ese no parar, sin dejar un resquicio para nada). Unos cuantos frentes abiertos, varios grifos por cerrar. Por voracidad o por apego ya que, en la fantasía, el contacto nos acerca a la vida, a la plenitud y la retirada a la muerte, al vacío. Está también la aridez de la retirada continua: la dificultad en el contacto, el erial conocido frente al bosque por conocer; por comodidad, miedo o dejadez. Así pues admitamos que cada uno tiene su propia cadencia de contacto retirada ya sea sincopada, lenta, rítmica… Cabal o neuróticamente cada uno la administra como sabe, puede y quiere. Entendiendo, además, que en una misma persona, a poco flexible que sea, puede variar segúl el momento, las épocas, etc.

Después de esta pequeña introducción, y dentro del binomio contacto-retirada, quisiera enfocar un poco más a fondo el polo del contacto en nuestras relaciones cotidianas. Como veníamos diciendo, el contacto es el momento del encuentro. Pero aplicando la lupa a ello creo que es pertinente formular algunas preguntas. Una de ellas podría ser: cuando decimos que contactamos con el otro, ¿realmente entramos en contacto con él? ¿Lo vemos? O es sólo un espejo para mirarnos, un simple frontón en el que jugar nuestro partido, distraída o concentradamente, da igual. ¿Me relaciono con el otro? O quizás sólo aterrizo en él, planto mi tienda, ahí me instalo y con un poco de suerte ya no tengo más preocupaciones o aficiones que las suyas… Más habitual de lo que parece: vivir la vida de los demás, dimitir de la propia. Así pues, lo que me pregunto es si no será que en muchas ocasiones, a posta o no, el pretendido contacto, por exceso o por defecto, no es más que un intento, una especie de simulacro de encuentro.

Sigamos avanzando. ¿Cuándo sí entramos en contacto? Se me ocurre una metáfora: cuando suena una guitarra cerca de otra, la que no es tañida vibra a partir de la sonante y, por ello, también suena. Y a ello se le llama sonar por simpatía. Conviene recordar que la guitarra que suena por simpatía, lo hace gracias a la que está sonando, pero no sólo por ella, ya que también gracias a su propia caja de resonancia. Considero que somos un poco como las guitarras: a poco que nos dejemos, nuestra caja de resonancia vibra. En el libro de Isabel Allende “El plan infinito”, Olga, una vidente, basaba su filosofía en esta premisa: “(Olga) Pronto aprendió que las historias se repiten con muy pocos cambios, las personas se parecen mucho, todos sienten amor, odio, codicia, sufrimiento, alegría y temor de la misma manera. Negros, blancos, amarillos, todos iguales bajo la piel, la bola de cristal no distinguía razas, sólo dolores”. Esta metáfora me sirve para establecer un punto de partida básico: en el contacto es necesario que haya una influencia mutua, un trasvase, del tipo que sea (intelectual, íntimo…), que implique a más de uno. Sólo es nutritivo, gratificante o una oportunidad de crecimiento, cuando es real. Y también es de ley asumir que aunque real no siempre es agradable y que por menos de nada puede ser directamente glacial, hiriente…

Creo que ya sólo nos falta juntar los dos argumentos. La escucha al otro y mi caja de resonancia. Lo que me llega de él y lo que eso me suscita. Se requiere una cierta fluidez: es un viaje de ida y vuelta. Dentro y fuera sucesivamente. Abrir lo suficiente, aunque sea una rendija, sintonizarme. Y cuando es así ocurre, por ejemplo, eso tan elemental como que en la muerte, cualquier muerte, resuena mi propia muerte. Que en la alegría del otro puede resonar mi propia alegria, o mi frustración por no tenerla, o mi envidia. Resueno, en fin, y tal resonancia habla de mí y del otro y viceversa.

No quisiera acabar sin hablar mínimamente del otro polo: la retirada. Creo, con lo dicho, cúan necesaria y sana se antoja la retirada. Uno no puede, digamos, estar resonando en todo momento, siempre llega el instante de retirarme. De estar conmigo, del reconfortante -o no- reencuentro conmigo, que permite entre otras cosas digerir, dar espacio interno a lo nuevo. Ya que antes o después otra necesidad va emerger. En eso estamos. Bien, creo que es el momento de acabar este pequeño escrito y retirarme, con el deseo de que pueda ser de utilidad…

Josep Devesa (2005)

3 Responses

  1. Sol
    Ago 12, 2014 - 10:38 AM

    Muchas gracias por tu post, me ha resultado muy revelador, me ha «resonado» mucho 😉

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  2. Lulu
    Ago 22, 2014 - 03:41 PM

    Muchas grs x la informacion, mas claro ni el agua

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  3. Lulu
    Ago 22, 2014 - 03:41 PM

    Muchas grs x la informacion, mas claro ni el agua

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