Apuntes sobre la experiencia

La propia vida es el proceso terapéutico más rico que tenemos todos a nuestra disposición. Para poder seguirla con más o menos soltura y amplitud es necesario transformarse y madurar. La vida no es de color de rosa, ahora están más vivos, ¿que más quieren?, decía Perls. Nuestro saber vivirla vendrá determinado, entre otros factores, por el grado en que podamos saborear la vida en todas sus cualidades de gusto, en todos sus tonos emocionales, y por el grado en que podamos acercarnos al reconocimiento de lo real tanto de nuestra experiencia interna como de nuestra percepción de lo exterior.

Aquí, de la terapia gestáltica, resalto la propuesta de experimento por parte del terapeuta como una de sus formas de intervención: proponer la repetición de un gesto o de una palabra, exagerar un tono de voz, explorar el contacto con una situación o persona representándola simbolicamete en la sesión… Si bien en algún momento puede servir para explorar actitudes nuevas, el valor de la misma reside básicamente en que es un medio para atravesar la experiencia percatándose de la misma. La relación con el terapeuta, y con el resto de participantes, si la terapia es grupal, es activada y atendida para aumentar el grado de conciencia de lo que cada uno experimenta y de cómo distorsiona tanto la percepción de su vivencia interna como de la realidad externa.

La propuesta o focalización brindada por el terapeuta será experiencial en la medida en que incluya la implicación del nivel corporal. Este nivel es evidente cuando la propuesta conlleva acción física. Cuando ésta es menos aparente, el cuerpo sigue manifestándose a través de su expresión y siempre está presente en la resonancia sensorial interna aún cuando la acción sea pensar, relajarse o meditar. Tarea del paciente, recordada por el terapeuta, es atender su devenir momento a momento.

El amor es uno, lo pongo en minúscula para resaltar que éste es cada uno de los amores que experimentamos, aunque perfilado de modo diferente según cada contacto. El dolor también es uno, vivido con diferentes matices según la situación. Las situaciones pasadas están presentes y las no resueltas emergen distorsionando tanto la percepción de nosotros mismos y de las situaciones en que nos encontramos como nuestra capacidad de respuesta. La conciencia de ellas, nombrar y atravesar experiencialmente, sensorialmente, aquellos aspectos truncados, evitados en las mismas, nos aproximan al reconocimiento de lo obvio, lo cual posibilita que uno pueda apropiarse y responsabilizarse de lo suyo.

En cierto sentido, cambiar no es posible. Nadie puede ser otro, aunque dediquemos a ello considerables esfuerzos y a veces parezca que lo consigamos y no podamos salir de la encerrona que ello supone. La gran transformación, dolorosa, decepcionante, arriesgada…vivificadora, es el camino de vuelta a uno mismo. Dirección que implica adueñarse de la propia experiencia.

Cristina Nadal (1997)

 

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